El Gobierno italiano se aferra a una nueva ley electoral para salir del marasmo
El primer ministro italiano, Carlo Azeglio Ciampi, intentaba ayer a la desesperada salvar el marasmo político en que está, sumido el país. Tras el escándalo desatado por el veto parlamentario que impidió el procesamiento del ex líder socialista Bettino Craxi por corrupción, Ciampi intentaba ayer que los ex comunistas del Partido Democrático de la Izquierda (PDS) no pusieran en peligro la ratificación parlamentaria del nuevo Ejecutivo. Las ambiciones de Ciampi no son muchas: reformar la ley electoral de tal forma que puedan convocarse nuevas elecciones en el próximo otoño. El líder de los ex comunistas, Achille Ochetto, ofreció ayer garantías para respaldar al nuevo Gobierno. "El único modo de responder" a la presente situación de caos es "mantener el Gobierno para que apruebe la reforma electoral y celebrar elecciones cuanto antes", dijo Ochetto ante una manifestación de 5.000 personas.
La protesta era una de las muchas convocadas en diversas partes del país por el Partido Democrático de la Izquierda y otros partidos minoritarios en el actual Parlamento para manifestar su repulsa a la exoneración parlamentaria de Craxi de casos graves de corrupción. Los manifestantes romanos llegaron a la turística plaza Navona gritando "¡Ladrones! ¡Infámes!" y exigiendo la consulta electoral.
Craxi se despachó ayer asegurando: "Hay un cierto escuadrismo en el ambiente" (aludiendo a las escuadras, los comandos fascistas de los años treinta), eufórico por su absolución parlamentaria del jueves.
Páginas 2 y 3
Editorial en la página 12
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