Las Kuriles, el precio de una verdadera amistad

Japón y Rusia, países de crispadas relaciones bilaterales, trataron, ayer en Tokio, de acortar distancias y precisar las respectivas posiciones en la disputa territorial sobre las islas Kuriles y su relación con la concesión de asistencia económica nipona a Moscú.El presidente ruso, Borís Yeltsin, que en septiembre canceló abruptamente un viaje oficial a Japón y provocó la ira- de sus autoridades, ha manifestado su deseo de cumplir con la visita anulada. El ministro ruso de Exteriores, Andrei Kózirev, se reunió el miércoles con el primer ministro japonés, Kiichi Miyazawa, para tratar sobre el posible calendario del viaje.

Los japoneses no están muy seguros de que el presidente ruso, en una dificil situación política, esté en condiciones de llegar con una oferta sustancial que desbloquee las conversaciones sobre el futuro de las islas ocupadas por el Ejército Rojo al final de la Segunda Guerra Mundial. Tampoco están en condiciones de rechazar la gira.

El Gobierno japonés, que condicionó siempre cualquier asistencia masiva a un sustancial avance en la solución de la disputa, ha debido modificar esta posición de dureza. Sometido a una fuerte presión norteamericana, aprobó una ayuda de 1.800 millones de dólares (más de 200.000 millones de pesetas), aunque gran parte de ellos servirán para que los rusos compren equipamiento nipón, y, oficialmente al menos, no vincula la concesión de ayuda a un pacto previo sobre las islas. Hace pocos días, y en una muestra de la confusión y ambigüedad japonesa sobre el tema, Masamichi Hanabusa, portavoz del Ministerio de Exteriores, había asegurado que "que sin una solución a la disputa territorial, la opinión pública japonesa no querrá que concedamos una ayuda". Hiroshi Kimura, un experto en temas rusos, es más claro: "Cuando la presión del G-7 finalice, Japón volverá a su política habitual de limitar la ayuda a Rusia hasta que devuelva las islas".