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Heridos tres policías por el elevador de una junta municipal

Ana Alfageme

Los tres patrulleros, aún soñolientos a las 7.30 de aquel día, víspera de San José, se despertaron de golpe. Sólo necesitaron un viaje en ascensor, que no les llevó a donde querían, es decir, al garaje, una planta más abajo, sino tres pisos más arriba.La escena ocurría en la Junta Municipal de Chamartín, un edificio inaugurado en 1987 donde conviven varias unidades de la Policía Municipal -más de 600 agentes en total- y los 100 funcionarios de la junta. "Alguien nos habrá subido", pensó uno de ellos aquella mañana del 18 de marzo de este mismo año. El ascensor tiene mala fama ya entre los policías. La Unión General de Trabajadores puso sobre aviso a los superiores nada menos que en 1991, ya que el elevador, con puerta interior, había hecho de las suyas.

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Polvo y golpes

El ascensor, como si tuviera vida propia, bajó dando tirones, a gran velocidad, y se paró entre el segundo y el tercero. Hasta les caía todo el polvo depositado encima del fluorescente. Luego, otra vez golpes intermitentes y ruido, hasta la primera planta. Allí se abrió la puerta y se volvió a cerrar para estupor de los policías, que ya se habían colocado temiéndose lo peor: dos de ellos apoyados sobre el pasamanos y con las piernas en la pared opuesta. Total, que acabaron en la planta baja, a grito pelado. Los compañeros engancharon la llave manual y lograron sacarles de allí. Dos de ellos sufrieron lesiones en el codo y uno más en la rodilla. Dos no pudieron trabajar aquella mañana. Y también se pasaron por comisaría a presentar una denuncia.Lo que ocurrió, dice Miguel Cantos, el concejal de la junta, es que el ascensor se salió de una de las guías y que se desequilibró. Menos mal que funcionaron los frenos. Cantos asegura que se gastaron en los dos ascensores del edificio un millón y medio en reparaciones en 1992. "La verdad", asegura, "es que han dado mal resultado y quizá no hayan sido adecuados para el uso por los 600 policías y los 110 funcionarios que los utilizan. Por otro lado, sube más gente de la que tiene que subirse".

Soluciones: el ascensor está precintado. Además de arreglarse, se va a poner un dispositivo para limitar la capacidad a 250 kilos -aunque el aparato esté preparado para transportar 300 kilogramos o cuatro personas-, de tal manera que al sobrepasar los 250 kilos se paralice automáticamente. El otro ascensor, también.

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Sobre la firma

Ana Alfageme
Es reportera de El País Semanal. Sus intereses profesionales giran en torno a los derechos sociales, la salud, el feminismo y la cultura. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactora jefa de Madrid, Proyectos Especiales y Redes Sociales. Ejerció como médica antes de ingresar en el Máster de Periodismo de la UAM y EL PAÍS.

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