"¿Qué libertad defendimos en agosto de 1991?"

El presidente Borís Yeltsin aguantó ayer estoicamente desde la tribuna las duras y a veces humillantes palabras que, uno tras otro, le fueron dirigiendo los diputados del Congreso. Habida cuenta de su temperamento, a Yeltsin le debió resultar dificilísimo permanecer sentado con el gesto inalterable cuando intervenían diputados como Valei¡ Shuikov, que llegó a cuestionar su palabra como "jefe de Estado" y como "hombre"."Toda su biografía política de los últimos tiempos se ha centrado en la búsqueda de enemigos", le espetó. "Primero fue Gorbachov, luego fue Ligachov, más tarde el Congreso", dijo Shuikov con enorme dureza.

Lo más arduo para el presidente debió ser escuchar a María Sorókina, una diputada de la provincia de Lipetsk, que fue representante de Yeltsin cuando éste aspiraba a conseguir la presidencia de Rusia en 1991.

Entre suspiros y con la voz entrecortada, María Sorókina se dirigió al presidente, "con el corazón y la razón", para decirle que la había decepcionado. "En las elecciones presidenciales, yo me puse a mí misma sobre el tapete. Yo fui su apoderado. Y por eso me es hoy especialmente difícil", exclamó. "Ahora me pregunto qué clase de libertad defendimos en agosto de 1991", manifestó Sorókina, que pidió al presidente que se retirara "para el bien de Rusia". Borís Yeltsin puede, según Sorókina, "confundir aún un poco a nuestro pueblo, y, aunque me es muy difícil, propongo destituir al presidente".

Otra mujer, Nina Solodiakova, manifestó que Yeltsin y sus allegados tienen adónde irse, "a América, a Israel o a las islas Canarias". "Pero nosotros", afirmó, "somos ciudadanos de Rusia".

Borís Tarasov, un oficial, fue otro de los que se confesó decepcionado, tras recordar los tiempos en los que, desde Afganistán, trataba de conseguir los discursos de Yeltsin para devorarlos con avidez.