_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Glandes

Conmueve el relativo clamor con que un puñado de nobles se han pronunciado para exigir que el Rey retire al duque de Feria la grandeza de España. En la fechoría del duque los nobles han visto una oportunidad inmejorable para dotar de nueva semántica a una distinción históricamente marcada en muchos casos por la fechoría. ¿Qué otra cosa fue la grandeza que un duro y victorioso dirimir en los campos de batalla, fuese descuartizando sarracenos, galos o albiones? ¿Qué otra cosa pudo tributarla que similares hazañas libradas en el tálamo, fuese despojando doncellas o ligando bellas alianzas inter pares, provechosas para la estabilidad de los países o de las familias? ¿Qué otra característica más ajustada a la grandeza que esa posibilidad regulada por ley de meter la pata, gesto dulcemente simbólico con que el noble evitaba a la recién desposada la antigua incomodidad de probarla y lo sustituía por la metáfora -luego dirán que el progreso no existe- de hundir su pata, de hundirla inocentemente en el embozo del lecho? Puede argüirse que todo cambió con la Ilustración: que se premió luego la industria y el comercio. Así es: Alfonso XIII no retiró a Antonio López la grandeza por su probada dedicación al tráfico de hombres. Antes bien, con ella le premió.En 1567, Felipe II concedió el ducado y la grandeza de España al quinto conde de Feria "en atención a los méritos de sus mayores". Hasta ahora, los méritos se han ido sucediendo. Rafael Medina, que así llaman ahora al duque desde que ingresó en la cárcel -un territorio ajeno a la grandeza, según parece-, podría obstinarse perfectamente en conservar su distinción. Razones no van a faltarle, si no relacionadas con la moral y la ética, sí perfectamente emparentadas con la grandeza. El duque, ese espectro, puede defender sin mayor apuro su condición espectral.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_