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¿Solamente con la OTAN?

Hay que reconocer que la Alianza Atlántica ganó la guerra fría, que duró más de 40 años Un triunfo muy valioso, porque lo consiguió sin el uso de las armas y, en la última etapa, sin resistencia alguna por parte del adversario, el Tratado de Varsovia.El futuro de Europa dependerá, en gran medida, del modelo de seguridad colectiva que sepa crear y de su eficacia en la eliminación de los peligros, más o menos locales, que puedan surgir. Por el momento, la unificación de Alemania ha ampliado el espacio de la OTAN, ya que se extiende también a la antigua República Democrática Alemana. La frontera oriental de la Alianza se ha desplazado del Elba al Oder-Niesse. Fuera de esa zona de colaboración y de corresponsabilidad por la seguridad se encuentran los países de Europa central y del Este, los Balcanes y, por supuesto, Rusia.

Muchos políticos de los antiguos países del bloque socialista, y en particular de la República Checa, Eslovaquía, Hungría y Polonia, ven en esa situación un grave peligro para la seguridad, y de ahí que traten de conseguir su ingreso en la Alianza Atlántica y de desplazar las fronteras del tratado hasta el río Bug, los Cárpatos orientales y la llanura húngara.

Yo no comparto esa concepción. Muchas declaraciones de políticos occidentales, incluido el secretario general de la OTAN, Manfred Wörner, demuestran que ellos también dudan de que el desplazamiento de la frontera de la Alianza hacia el Este pueda reforzar realmente la seguridad en el continente. Esa maniobra dejaría fuera de la OTAN a todos los países de Europa oriental surgidos de la descomposición de la Unión Soviética, incluida Rusia. ¿Qué podrían hacer en esa situación las repúblicas bálticas? ¿Qué podrían hacer Ucrania y Bielorrusia? Se sentirían excluidas de un importante sistema de seguridad colectiva y serían mucho más vulnerables ante las presiones que tratarían de reconstruir los vínculos de dependencia de Rusia.

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¿Y qué reacciones Provocaría en la propia Rusia semejante aproximación de la OTAN a sus fronteras? Es evidente que en ese país, que no ha perdido los atributos de una gran potencia, dominaría la sensación de cercado y acorralamiento. La ampliación de la OTAN provocaría, pues, el fortalecimiento de las agrupaciones antidemocráticas en Rusia y probablemente contribuiría a la victoria de las fuerzas nacionalistas, de las que añoran el imperio ruso y que ya son una gran amenaza para el equipo del presidente Borís Yeltsin. Estonia, Letonia y Lituania se sentirían tan abandonadas a su suerte como ocurrió en 1940; en Bielorrusia desaparecerían, seguramente, las fuerzas que hoy tratan de consolidar la soberanía, y Ucrania, el mayor país de Europa oriental, se enfrentaría a dificilísimos dilemas políticos, militares y económicos que podrían desembocar en un conflicto. Es muy dificil prever el alcance y la intensidad de los conflictos y fricciones que generarían esos procesos en Rusia y los restantes países de Europa oriental, pero es seguro que se producirían.

Mucha importancia tendría también el comportamiento de la OTAN. Los conflictos en el Este podrían contribuir a la reaparición del telón de acero en la nueva frontera oriental de la Alianza. No se podría descartar el estallido de una nueva guerra fría, que tendría consecuencias nefastas sobre todo para Eslovaquia y Polonia, pero probablemente también para la República Checa y Hungría, que separan hoy a Rusia no solamente de Occidente, sino también de los Balcanes.

Hay que evitar ese posible desarrollo de la situación. La futura tranquilidad de Europa no depende de la ampliación del territorio abarcado por la sombrilla protectora de la OTAN. Depende, ante todo, de la adopción de medidas que consoliden la confianza mutua entre todos los países, que propicien la reducción de los arsenales, la apertura de las fronteras, el desarrollo de la cooperación económica y la consolidación de las fuerzas democráticas en los Estados surgidos de la Unión Soviética. En ese proceso, Europa central y oriental puede desempeñar el papel de un puente natural entre los países de la antigua Unión Soviética y los de la Europa atlántica. Muy importante es también la creación de un sistema de seguridad colectiva que esté abierto para todos.

Los marcos de ese sistema ya existen. Lo constituyen los acuerdos de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) y el Consejo del Noratlántico, recientemente fundado y en el que fueron admitidos también Estados nacidos de la Unión Soviética. Hoy lo más importante es compaginar la actuación de la CSCE y la OTAN. En los acuerdos de la CSCE siguen teniendo un gran significado las decisiones sobre la reducción y el control de los arsenales, el respeto de la integridad territorial de todos los países y de los derechos humanos, el fomento de la colaboración económica y ecológica y la ayuda a los países más necesitados. Igualmente valiosos son, a mi modo de ver, los principios de la OTAN y del Consejo Noratlántico, que establecen la responsabilidad colectiva por el desarrollo pacífico de las relaciones entre los Estados y el consenso, como base para la adopción de las medidas encaminadas a liquidar los conflictos.

Una alianza paneuropea basada en esos elementos podría ser mucho más eficaz de lo que está siendo hoy la ONU, por ejemplo, en la antigua Yugoslavia.

La mejor manera de consolidar la paz en el continente es incorporar a Rusia a su sistema de seguridad y no marginarla. Lo mismo opinan los políticos norteamericanos y los europeos de más aguda visión.

Wojciech Jaruzelski fue presidente de Polonia.

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