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El 'Leguidú' se va a una vieja fábrica de cerveza

Juan Carlos Sanz

La Comunidad acaricia hace años la idea de crear un gran centro cultural y paliar así una de las principales carencias de Madrid: un escenario para danza, teatro y música. Los intentos de construir un Leguidú en la plaza de Castilla durante el Madrid 92 no prosperaron. Ahora, el Gobierno regional asegura que ya tiene un buen. sitio. Acaba de cerrar una operación con El Águila para que le ceda gratis su antigua fábrica de cervezas, en el distrito de Arganzuela. A cambio autorizará la construcción de 300 viviendas y un hotel en otros terrenos de la empresa.

Cuando el Gobierno de Joaquín Leguina lanzó su primer proyecto fallido, en los terrenos del Canal de Isabel II de la plaza de Castilla, los políticos regionales se apresuraron a bautizarlo como Leguidú (al Centro de Arte Reina Sofía también le habían recordado su paralelismo con el complejo cultural parisino Georges Pompidou).La Comunidad quiere tener su Centro de las Artes y la Cultura. Y además, que le salga casi gratis. "No vamos a hacer la competencia a los grandes centros culturales, pero en Madrid hay un hueco para una instalación vanguardista destinada a nuevos públicos: los jóvenes", explica el consejero de Educación y Cultura, Jaime Lissavetzky.

El Águila posee varios edificios y terrenos en Arganzuela, además de la manzana de estilo neomudéjar de la calle del General Lacy. Hasta el pasado verano, cuando se instalaron una docena de bares y terrazas en su interior -el supermercado de copas era su alias-, casi nadie se acordaba de una fábrica de cerveza construida en 1900 y cerrada hace dos décadas. A pesar de que ya se había acometido la tramitación de su declaración como monumento de interés cultural.

En esencia, la operación planteada por la Comunidad para quedarse con la fábrica de El Águila (12.000 metros cuadrados) consiste en autorizar la construcción de 300 viviendas -de protección oficial y libres, a partes iguales- y de un hotel de 200 habitaciones en los terrenos colindantes (52.000 metros cuadrados). La compensación parece convencer a los cerveceros, que pasan de ser titulares de un suelo industrial a poseer parcelas edificables. El Gobierno regional pondrá hoy sobre la mesa de Leguina los detalles de la operación.

El consejero de Política Territorial, José María Rodríguez Colorado, ya sabe que tendrá que contar con el visto bueno del Ayuntamiento de Madrid para una recalificación que obliga a modificar el Plan General. Como de costumbre, el municipio recibirá el 15% del aprovechamiento urbanístico, en suelo o dinero. Lo dice la Ley del Suelo. "La operación se va a pilotar desde la Administración", puntualiza Rodríguez Colorado, "con una oferta pública a promotores inmobiliarios y un concurso intemacional para la rehabilitación".

En total se necesitan unos 3.000 millones para remozar la fábrica de El Águila. "Algo tendrá que poner la Comunidad", matiza Lissavetzky, pero contamos con las ayudas del Ministerio de Cultura y de la CE para rehabilitación del patrimonio, y, por supuesto, con la Ley del Mecenazgo para captar capitales privados o de empresas públicas".

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Exposición en los silos

El consejero de Cultura recuerda que en Madrid no existe una sala polivalente para espectáculos de teatro, danza y música. En El Águila se pretende instalar una para 600 espectadores. Pero también se reserva espacio para escuelas de actores y bailarines y para un Centro Regional de Artes Plásticas, nutrido con lienzos de bancos y empresas públicas. Se baraja, incluso, habilitar como sala de exposiciones los antiguos silos de cebada.En su primer diseño, el Leguidú se concibe como un centro de gestión mixta, en el que también tenga cabida la iniciativa privada. Así, se propone instalar tiendas de libros y discos y salas de música en directo en tomo a una calle de la Cultura: el antiguo acceso de los camiones cargados de barriles hasta los muelles de El Águila.

Sin embargo, la Comunidad no da por cerrado el proyecto de centro cultural. Lissavetzky no duda: "Se admiten sugerencias".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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