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Bobby Moore fallece de cáncer 10 días después de anunciar su dolencia

Bobby Moore, uno de los grandes héroes del fútbol inglés, capitán de la selección que ganó la final del Campeonato del Mundo de 1966 en su país, falleció ayer de cáncer a los 51 años. Moore había anunciado sólo 10 días antes su lucha durante dos años contra la enfermedad. "Tengo una batalla que ganar", dijo. El cáncer, que empezó afectándole al colon, se le extendió al hígado. Fue operado en abril de 1991. Moore murió en su casa, rodeado de su mujer, Stephanie, y de sus tres hijos.

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Bobby Moore, ex capitán de la selección inglesa

Las necrológicas fáciles son las que se llenan con los títulos ganados por un deportista de élite. Lo que cuesta es justificar públicamente la inmensa sensación de pérdida provocada por la muerte de un futbolista que ganó poca orfebrería. El actual seleccionador inglés, Graham Taylor, dio la primera pista cuando declaró anoche: "La imagen duradera que tengo de Bobby Moore es cuando levantó la Copa del Mundo en 1966. En aquel entonces yo era un joven jugador profesional. Pero él era el capitán de todos nosotros".Aquel 30 de julio de 1966 representó la fecha clave en la formación de un mito; pero, al margen del trofeo Jules Rimet, su única recompensa por 108 partidos internacionales y más de 1.000 encuentros disputados con la camiseta azul y clarete del West Ham fue una Copa inglesa ganada en 1964. No se le recordará por lo que ganó, sino por lo que representó.

"Fue el latido del corazón en nuestro equipo", dice Alf Ramsey, seleccionador inglés en 1966. "Nuestro triunfo hubiera sido imposible e incluso impensable si no hubiéramos tenido a Bobby Moore como capitán".

No se trata, pues, de analizar una vez más su juego en el centro de la defensa inglesa, donde aportó importantes matices de líbero a las tradiciones de la muy británica defensa en línea. Se trata de buscar las cualidades que le convirtieron en el capitán de todos los ingleses.

Su compañero Bobby Charlton encuentra semejantes dificultades. "Cuando se pierde a un gran futbolista", declaró nada más conocer la noticia de su fallecimiento, "significa una gran pérdida. Pero duele más la pérdida del amigo. Fue una maravilla de futbolista, pero prefiero recordarle como persona. Jugar con él o jugar contra él era conocer a un caballero. Tenía una simpatía y una cortesía que no eran superficiales. Siempre se interesaba por los demás e hizo las cosas con una enorme dignidad".

Dignidad hasta el final

Lo que emociona es que murió con esa misma dignidad en plena lucha contra la grave enfermedad. Hace ocho días estuvo ante el micrófono comentando el partido Inglaterra-San Marino para la emisora londinense Capital Radio, sabiendo que le quedaban pocos días de vida. Sólo pidió respeto para la vida privada de su familia.Hasta hace 10 días, el cáncer que padecía había sido guardado como secreto familiar. Durante la Eurocopa de Suecia del año pasado dio una imagen de exuberante forma física que no cuadraba con sus 51 años. Era el hombre de siempre; el ídolo al que quieres pedir un autógrafa, pero que en seguida te invita a una cerveza. Era su sencillez y la claridad de sus principios lo que llamaban la atención.

De esta forma, permaneció fiel a su Londres natal y al West Ham durante toda su carrera. Los martillos adquirieron durante la época de Moore el apodo de la academia. Porque enseñaba a los demás cómo debía jugarse al fútbol. Técnicamente era el mejor equipo del país y siguió fiel a sus principios de buen fútbol, a pesar de las tragedias de una serie de subcampeonatos e incluso algún coqueteo con el descenso.

Moore llevó el brazalete de capitán en 90 de los 108 partidos que disputó con Inglaterra entre 1962 y 1974, estableciendo una plusmarca batida únicamente por el portero Peter Shilton durante el Mundial de 1990. Ha sido, sin duda, uno de los personajes más elegantes que ha conocido el mundo del fútbol.

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