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El Gobierno da marcha atrás en su plan para controlar la prensa

Enric González

El Informe Calcutt sobre control de la prensa se ha visto superado antes de hacerse público. A la vista de que fue la princesa Diana quien "invadió su propia intimidad", en palabras del propio presidente de la Comisión de Quejas contra la Prensa, y de que el príncipe Carlos hizo más o menos otro tanto, la tentación gubernamental de poner bozal a la prensa se ha disipado rápidamente.

El Gobierno anunció ayer que el informe sería publicado hoy mismo, en lugar de a fin de mes, como estaba previsto inicialmente, para "facilitar el debate", y, desde Downing Street se emitió el mensaje de que el primer Ministro, John Major, no estaba de acuerdo con el contenido del mismo. Hace sólo tres días, el mismo portavoz del primer ministro dijo que Major estaba completamente a favor del conjunto de propuestas contenido en el Informe Calcutt.

La idea central del informe, redactado por el abogado sir David Calcutt por encargo del Gobierno, consistía en la creación de un tribunal especial con grandes poderes para juzgar los delitos de la prensa, de acuerdo con un nuevo, código de conducta que limitaría estrictamente las invasiones en la vida privada de las personas.

Protección real

El Gobierno de Major tomó la iniciativa de regular las informaciones periodísticas por las continuas intromisiones de los medios informativos en la intimidad de la familia real. La nueva legislación habría protegido a todos los súbditos del reino, pero su base reposaba claramente sobre los derechos de la familia Windsor a preservar su intimidad.Todo se vino abajo cuando el presidente de la Comisión de Quejas contra la Prensa, lord McGregor, admitió públicamente que tanto Carlos como Diana habían mantenido, "más allá de toda duda", contactos directos con la prensa para ver publicadas sus mutuas recriminaciones. Lord McGregor afirmó posteriormente que sólo Diana, hasta donde a él le constaba había manipulado a los periódicos.

Pero su intento de proteger al heredero del trono no fue otra cosa que una muestra de respeto por la institución monárquica: cualquier lector británico había sido perfectamente capaz, en los últimos meses, de discernir qué informaciones procedían directamente desde Diana y cuáles habían sido sugeridas por el príncipe de Gales. Lo que hizo lord McGregor con sus declaraciones, después de que el diario The Guardian publicara la carta en la que admitía el juego sucio de la pareja, fue destruir la hipócrita presunción -mantenida oficialmente hasta el último momento- de que la prensa lo estaba inventando todo.

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