_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Qué es pornografía?

Una fotografía es una imagen luminosa. Un fonógrafo te da imágenes sonoras. En griego, porne es prostituta. Una imagen de una prostituta es, pues, una pornografía. Tradicionalmente, una prostituta es una mujer cuyo nombre y opiniones son menos importantes que su función sexual. Cualquier fotografía de una mujer atractiva tiende a parecer una pornografía. Esto, probablemente, implique que la mayoría de los anuncios en Vogue son pornográficos.Pero todo esto es demasiado fácil. Abordémoslo de otra forma. Hay tres formas de emplear un medio dado de expresión -el lenguaje, por ejemplo-.Una es la forma imaginativa, que pertenece al arte. En el momento en que la imaginación entra en juego, la pornografía se convierte en imposible.

Otra forma es la didáctica -el enseñar o mostrar, que para mucha gente es el único objetivo del lenguaje- Si se escribe un libro de cocina o un manual de aviación, si se hace un mapa del metro, si se enumeran los gases tóxicos, se está siendo didáctico.

La otra forma es la pornográfica. Ésta emplea el mejor método para estimular la carne y conseguir una descarga sexual. Puede considerarse antisocial. Desde luego lo es. Y como tal, no puede ser inmoral.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Está claro que la pornografía ha ido mucho más allá de la simple representación de un compañero sexual deseable. La pornografía más censurable es aquella que lleva los elementos estimulantes al ámbito del dolor. Hoy en día se da por hecho que la verdadera pornografía es sádica, o masoquista, o ambas cosas. El resto es para la página de arte del Sun.

Al marqués de Sade se le considera el príncipe de los pornógrafos. Era éste un noble francés al que no excitaba hasta la pasión sexual lo que suele bastar para excitar a la mayoría de los hombres: la desnudez femenina y una abierta invitación.

A Sade sólo le estimulaban fantasías de crueldad, algunas de las cuales eran tan grotescas que parecían estar más allá de los límites de lo realizable. Dichas fantasías aparecen expuestas en sus grandes libros pornográficos; lo que no se sabe a ciencia cierta es si de hecho se realizaron alguna vez.

Leopold von Sacher Masoch era un vienés que dio su nombre a los sueños de dominación del hombre por la mujer. Sus imágenes favoritas son las de mujeres lujosamente vestidas dando latigazos a acobardados hombres de clase media.

Creo que la mayoría de los seres humanos experimentan simultáneamente deseos sádicos y masoquistas, y, nos guste o no, es muy difícil mantener la sexualidad apartada de tendencias criminales o políticas como el deseo de dominación física. Hay que dar rienda suelta a esas fantasías, y el mejor medio para hacerlo es la pornografía. La pornografía, al igual que la prostitución, es una de las válvulas de seguridad del Estado.

La palabra clave aquí es catarsis. Es la que Aristóteles utiliza para describir el proceso por el cual los impulsos peligrosos pueden expulsarse de la mente por medio del estímulo del gran arte. Ya no pensamos que el gran arte tenga un valor social. El gran arte está en el Covent Garden o en el Teatro Nacional y es demasiado caro para el ciudadano medio. La pornografía es mucho más barata y puede considerarse como el elemento catártico de la gran mayoría.

Entonces, ¿por qué es el Estado tan ambiguo con respecto a la pornografía? Al Estado nunca le ha agradado el sexo, porque el sexo es la única actividad humana poco dada a ser dirigida por la Iglesia o el Gobierno. El sexo descontrolado pone en peligro la familia. El impulso sexual es más fuerte que el impulso político o que el impulso de obediencia a los líderes políticos. En la novela de George Orwell 1984 se denomina crimen sexual a una relación amorosa. El partido en el poder exige devoción total , la pasión sexual es una desviación de esa devoción. No es probable que el Estado, por muy democrático que sea, haga de Eros su santo patrón. No le gusta el sexo ni en carne ni en libros.

Pero ¿está justificado que, en ocasiones, el Estado embista contra la pornografía por considerarla un estímulo probado para las mentes criminales? El Estado ha condenado algunas importantes obras de la literatura en la creencia errónea de que eran pornográficas: El amante de lady Chatterly, Ulises, The well of loneliness, Lolita, Historia de 0. Tiende a mezclar la velocidad con el tocino. Confunde la pornografía con lo puramente sincero.

El único ejemplo que conozco de una influencia casi pornográfica en la mente criminal tuvo lugar durante los espantosos asesinatos de Moor, en los que Brady, el asesino de niños, creía que posiblemente la novela del marqués de Sade Justine le hubiera influenciado. Pero no estaba de ningún modo seguro, y no es infrecuente que un criminal le cargue el mochuelo a otro, aunque sea un marqués francés muerto.

Sin embargo, sí hay casos plenamente probados de influencia de la santa Biblia en una mente criminal. El Viejo Testamento ha conferido a muchos asesinos del tipo Jack el Destripador la autoridad de Jehová para sus asesinatos en serie de mujeres. El asesino de niños del Estado de Nueva York que confesó que intentaba emular a Abraham y sus sacrificios en serie es también característico.

En Inglaterra, Haigh mataba en masa a las mujeres y luego se bebía su sangre. Estaba muy influido por la doctrina de la transustanciación en el sacramento de la eucaristía. Antes de prohibir la pornografía deberían prohibir la religión.

Sólo condenamos la pornografía cuando pretende ser algo que no es, es decir, una obra de arte. El propósito del arte es disparar la imaginación. El de la pornografía, mantener la atención anclada en la carne. El arte puede evocar a los ángeles; la pornografía no tiene alas.

Todo su propósito es provocar actos satisfactorios de autoerotismo. Por tanto, es a la vez egoísta y desinteresada. Egoísta porque es un enorme placer para sí misma; desinteresada porque no molesta a una pareja de carne y hueso.

Esto no quiere decir que sea totalmente inmune a una cierta vergüenza. En un mundo ideal, en el que nuestros impulsos sexuales estuvieran bajo un estricto control científico, no necesitaríamos la pornografía más de lo que necesitaríamos la prostitución. El sexo, como sucede en el mundo animal, estaría ligado a la estación del año, y no habría diferencia entre sexo como mecanismo de reproducción y sexo como placer de alcoba. Desgraciadamente, los seres humanos no tienen ni la pureza de los ángeles ni la santidad de los animales.

Copyright

, 1992.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_