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Europa y los Balcanes

Jorge M. Reverte

Nos vamos acostumbrando. Las imágenes del día a día en Sarajevo han logrado anestesiar de nuevo las conciencias y las sensibilidades en Europa. Lo que parecía imposible hace pocos anos es ya un hecho asumido: puede haber guerra en Europa otra vez; la hay. Pero se tiene, al mismo tiempo, la impresión de que esta guerra es limitada, que les ha llegado a un grupo de desgraciados a los que basta ayudar-un poco para no vivir con excesiva incomodidad el reflejo de los horrores que padecen millares de personas.Mientras, en cada país europeo, europeo de los ricos, se discute si los soldados que se envían son muchos o pocos y si deben pertenecer o no a las quintas normales. Y mientras, el polvorin está cada vez más cerca de reventar por un costado que apenas tiene hueco en las noticias diarias: Macedonia se llama el territorio que puede provocar una convulsión en Europa como no se conoce desde la II Guerra Mundial.

Macedonia, la tierra de Alejandro, vive pendiente de dos sensibles amenazas. La primera, la salvaje agresión serbia, que no renuncia a establecer en este territorio una parcela más de su Yugoslavia étnicamente pura, por mucho que los serbios sean una minoría. La segunda, la reclamación de la minoría albanesa de sus derechos políticos y ciudadanos. No se discute allí, prácticamente, sobre la fórmula que pudiera llevar al entendimiento democrático que en este lado del continente conocemos. Allí se discute sobre quién se llevará el gato al agua.

La minoría mayoritaria, de origen búlgaro, pide el reconocimiento como nación (que Grecia ha estado emperrada en negar) para obtener una mínima protección legal frente a las despiadadas milicias serbias de Milosevic. Grecia teme que el reconocimiento del nombre implique en un fututo la reivindicación de sus territorios macedonios por parte del nuevo Estado, y teme la fusión con Bulgaria. En Grecia se imprime una moneda con el escudo de Macedonia y los periódicos se inflaman con alegatos sobre los siglos de historia.

En Bulgaria se teme que la intervención serbia desencadene un proceso difícil de contener. Los dirigentes búlgaros han hecho, pública su decisión de no intervenir y de no reclamar ninguna fusión territorial sobre Macedonia. Pero esos mismos dirigentes avisan de que si los serbios entran los búlgaros pueden cambiar de actitud, porque cada búlgaro tiene un pariente en Macedonia.

No es, por tanto, inimaginable un conflicto que envolviera a ambas naciones, Bulgaria y Grecia, en territorio macedonio, para placer de los asesinos de Miosevic.

Pero es que el asunto ni siquiera acaba ahí. Vienen los turcos, quienes han firmado un acuerdo de defensa mutua con Albania. Turquía, en función de, ello, se podría ver arrastrada a una intervención si Yugoslavia interviene en Kosovo y eso provoca, a su vez, un conflicto casi inevitable con Albania. Pero no es ése el único riesgo de intervención turca, porque la simple apárición de Grecia como parte en un conflicto balcánico provocaría la inmediata reacción militar turca para mantener un favorable equilibrio militar en la región. En Bulgaria, la minoría turca se ha constituido en un partido político que ejerce de árbitro en el equilibrio entre comunistas y partido de gobierno.

La paz o la guerra dependen, si se nura con cierto detenimiento a la zona, de las decisiones de partidos que representan etnias, no opciones políticas, o de naciones que actúan como si fueran etnias uniformadas.

Un poco más al norte, en Rumania, se perfilan conflictos similares. Los húngaros de Transilvania, la minoría más poderosa de Rumania, se organizan en un solo partido étnico, y no se acaba el conflicto, azuzado desde Budapest, sobre las reivindicaciones territoriales de los magiares y su opción nacional. Rusia, a través de su presidente, Borís Yeltsin, opta con un descaro cada vez mayor por la opción de Hungría. Y es que Rusia se enfrenta a Rumania po r la cuestión de Moldavia, un nuevo conflicto étnico.

Hungría, a su vez, se ve envuelta en una larga tensión con Eslovaquia, donde la minoría húngara asiste con creciente temor a la construcción de una presa que anegará sus tierras. Los húngaros de Eslovaquia y de Rumania se afilian a partidos étnicos. Los rumanos de Moldavia actúan como un partido étnico. Los turcos de Bulgaria, lo mismo. Y los búlgaros de Macedonia, los albaneses de Macedonia y Kosovo, los serbios de Milosevic y los croatas que pusieron la primera piedra de la guerra. A este polvorín, cuya mecha ha sido ya encendida por Milosevic, la Europa comunitaria se enfrenta con tímidas medidas humanitarias y embargos que no sirven de casi nada.

¿No es hora ya de pensar en una intervención más decidida, militar incluso, amparada por la UEO, por la OTAN, por la ONU, que elimine. las sospechas de intervenciones solapadas de vecinos y acabe de una vez con la agresión fascista de Milosevic y el resto de las limpiezas étnicas? No sólo tendría el positivo efecto de hacer eficaz la ayuda humanitaria y acabar de una vez con la serie de millares de muertos civiles. Es la única vía para evitar una más que posible guerra que nos haría sentir muy incómodos a los europeos del Oeste. Tampoco aquí estamos a salvo del crecimiento del sentir xenófobo, que encuentra sus mejores abonos en los nacionalismos exacerbados.

El conflicto balcánico no es un conflicto entró naciones ni entre pueblos. Es un conflicto entre la peor de las ideologías racistas y la democracia. Mayor legitimidad para una intervención no puede caber.

es escritor.

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