Fortaleza
Podría quedarse uno todo el día en la cama y formar con el embozo de las sábanas en la barbilla la última barricada. Desde allí es posible disparar, hacerse fuerte, soñar varios mares, vivir una pasión. No obstante, a las ocho suena el despertador y hay que levantarse. No importa. Siguiendo un buen método cualquiera puede realizar ambas cosas a la vez: abandonar la cama y al mismo tiempo atrincherarse en ella como en una fortaleza. Se trata de un desdoblamiento físico que sólo se consigue después de un gran ejercicio espiritual. Cuando ya domina s ese arte, sientes cada mañana a la hora de levantarse un extenso crujido por todos los huesos: la mitad más cruel de tí mismo, la más impura y activa pugna por salir de tu cuerpo. Si uno lo desea absolutamente con la mente fundida esa mitad de la persona se desliza por la carne, te abandona y se mete en el cuarto de baño. Luego se viste, desayuna en la cocina y se va a ' 1 trabajo, pero lo mejor de tí, lo más puro e imaginativo permanece en la cama soñando bajo una lámpara muy dulce y ese rincón en donde ha quedado la parte azul de tu alma con un poco de ascética puede convertirse en un bastión inexpugnable. El otro está saciando ahora su codicia en la calle. Apuñalándose tal vez a sí mismo o a alguien. Cada día tiene que cometer alguna ignomínia para sobrevivir, firmar extraños papeles en una cafetería con un socio, inventar negocios que le llenan de angustia y desde la cama con el embozo en la barbilla lo imaginas lejos con el maletín en la mano o en la oficina sometiéndose al jefe mientras aún tumbado dejas pasar las horas con suma dulzura y en el corazón cultivas bosques llenos de dioses o viajas a las costas de la antiguedad. Cuando el otro regresa a casa cargado de electricidad para dormir en tu interior un sueño terrible, cierta noche comprueba que el parapeto que has ido levantando con tanto amor él ya nunca lo podrá saltar. Entonces decide dormir a tu lado, fuera ya de tí o en la alfombra como un perro y sin abandonar la cama te conviertes en un santo.
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