Guateques
Funcionarios amigos me han contado que en algunos ministerios se ha suspendido este año la tradicional copa de Navidad por miedo a que se produjeran desplantes por parte de algunos empleados. Ese detalle nos dice más de la realidad que todas las encuestas de las servimasas, mosmedias, sofescopias o así. Cuando en un ministerio se suspende el guateque de Navidad porque el subsecretario o el ministro temen que un jefe de negociado les niegue el saludo es que entre los gobernantes y los gobernados se está abriendo un abismo insondable. El guateque de Navidad en las empresas es sagrado porque, entre otras cosas, da la medida de su cohesión interna, de la solidaridad que late en sus estructuras profundas, del valor moral de sus dirigentes y, en fin, de su capacidad para afrontar el futuro. El guateque navideño de los ministerios, que es como el guateque navideño de España, resulta así ser el test más claro para conocer la salud del compromiso implícito entre los ciudadanos y el poder.Cuando los jefes empiezan a temer a sus empleados, lo primero que hacen es suspender los guateques, atrincherarse en el despacho y sustituir la comunicación por la retórica del amor. Lo que pasa es que en la retórica del amor hay mucho odio. Es, por ejemplo, el caso de Felipe González, que cuanto más ama a España, más detesta a los españoles. Históricamente ha sido así: quienes más aman a la patria, más odian a sus habitantes. Franco, sin ir más lejos, fusiló a un montón de habitantes por amor. Sucede lo mismo con los que defienden a capa y espada el matrimonio: que por lo general aborrecen a sus esposas. Es como si la pasión por lo abstracto condujera siempre al desprecio de lo concreto. Yo mismo, adorando diciembre, detesto cada uno de sus días.
Felices Pascuas.
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