El Madrid no sabe salir de su laberinto
El partido fue como lo había soñado Bilardo, el curioso entrenador del Sevilla. Gol de rebote de Suker, recital de 50 minutos de Maradona y cuatro expulsiones, tres del Madrid, que enmarañaron el encuentro hasta dejarlo en el terreno preferido del especulador técnico argentino: la bronca. El Real Madrid sumé así su tercer partido consecutivo sin ganar fuera del Bernabéu. (empató en Cádiz y perdió en Vallecas) y mantuvo su crisis realizadora.Anoche sólo disparo a puerta en dos ocasiones y, aunque dio una imagen más firme en el centro del campo -hasta que llegaron las expulsiones-, fue desbordado por la picardía genial de Maradona y por el empuje físico de un Sevilla mucho más ambicioso. Son cuatro ya las derrotas sufridas por Floro. Los cambios tácticos propuestos por el técnico sirvieron de poco. Los hombres clave estuvieron ausentes. El equipo sigue sin encontrar la .alida de su laberinto.
El Madrid acabó con ocho, por expulsión de Rocha, Prosinecki y Michel. Es algo que empieza a sucederle con cierta frecuencia. Ya le pasó en Cádiz, también por una doble amonestación de Rocha. Acabó peleando, pero incapaz de crear peligro en los últimos 20 metros.
El nuevo esquema de Floro, con cinco centrocampistas y un delantero, dejó al descubierto que las carencias del equipo están en la ambición de sus hombres, desbordados en algunas fases del partido por la fuerza de un Sevilla que marró tres goles clarísimos en la segunda parte. En el fútbol moderno hay que correr más de lo que lo hacen los jugadores del Madrid, especialmente sus estrellas, acostumbradas al juego en corto y horizontal.
Pero la clave estuvo en Maradona. Puede estar gordo, cojo, lesionado, escaso de fuerzas y peleado con todos, pero cuando se pone a jugar a fútbol, que se pare el mundo. Sus primeros 45 minutos de ayer fueron un continuo disfrutar de pequeños, sorbos del mejor fútbol. Ya no tiene velocidad, pero con cuatro carreritas es capaz de desbordar a todo un equipo.
Sevilla es un buen sitio para disfrutar con Maradona. Tiene algo de figura del toreo en decadencia, capaz de pequeños detalles de clase, pero incapaz de ligar una faena completa. Eso se aprecia en la capital andaluza, donde se han hartado de sufrir a Curro Romero o a Rafael de Paula. Porque, para suerte del Madrid ayer, y para desgracia del fútbol español, tan necesitado de calidad, Maradona está en decadencia. Si no, no estaría junto a Monchu y Rafa, Paz, voluntariosos jugadores, pero incapaces de aprovechar sus pases.
Aprovechando que el Madrid sólo tenía un delantero -Zamorano primero y luego Alfonso- Bilardo niveló la lucha en el centro del campo, donde situó a cinco hombres, para dejar atrás a sólo tres defensas. El problema del equipo andaluz es que su presión es muy fatigosa, y eso lo notó en la segunda mitad, en la que claramente cedió terreno. Además, a sus jugadores les falta calidad para aprovechar el extraordinario caudal de Maradona. Y si algo le faltó al Real Madrid, fue un Maradona.
Sin chispa
El equipo jugó con orden, pero le faltaron chispas de genialidad. Benito Floro dejó al equipo con un solo punta para arropar mejor a un centro del campo poco acostumbrado a la pelea del fútbol moderno en esa zona. El experimento tuvo detalles positivos, pero sólo en el aspecto defensivo.
Las líneas del equipo estuvieron más cercanas y los jugadores le apoyaron mejor. Pero el Madrid siguió incurriendo en aspectos negativos que arrastra desde hace mucho tiempo: abuso del pase en corto y lateral (lo que frena el ritmo de ataque), escasa profundidad y poca velocidad en la llegada a la zona de definición. Ésa era la intención de Floro: que el centro del campo acompaíara al solitario delantero centro (Zamorano o Alfonso) con llegalas masivas de Hierro, Michel, Martín Vázquez o Prosinecki.
Pero no funcionó, curiosamente, hasta que el equipo estuvo contra las cuerdas, acorralado por el gol-churro de Suker-Nando. Fue Prosinecki, en el minuto 33, el primero que lanzó un tiro entre los tres palos de Unzué. Y el escaso bagaje ofensivo del Madrid sólo se completó con un remate de Alfonso, al inicio de la segunda parte, que rozó el poste.
El Madrid apretó algo el acelerador en la segunda mitad, apoyado más en Prosinecki que en un Martín Vázquez que no acabó de funcionar como segundo organizador. La entrada de Alfonso y, especialmente, el cambio de Nando por Milla, que colocó a Luis Enrique como segundo delantero, dieron signos de recuperación, con el Sevilla acorralado. Fue entonces cuando el partido saltó por los aires.
Llegó la bronca en la que tan bien se mueve Bilardo, un entrenador enfermizo que da clases a sus recogepelotas sobre cómo devolver el balón: al contrario, al suelo, para que doble los riñones; a los sevillistas, al pecho, para que no se agachen. Bilardo dio, con toda seguridad, instrucciones a sus hombres sobre cómo moverse en esa fase. Y el Madrid cayó en la trampa. Primero Rocha, luego Michel y después Prosinecki. En el fragor de la batalla, el Sevilla sólo perdió a un hombre, pero ganó el partido.
El Madrid dejó escapar su oportunidad de pelear por el empate y un gol de churro reabre otra vez la crisis con 15 días navideños por delante hasta el próximo partido. Benito Floro vuelve a colocarse en la caseta de tiro al blanco, dispuesto a ser señalado con el dedo como máximo responsable de los problemas del equipo. Sin embargo, comienza a ser frustrante ver los mismos fallos en unos hombres qué han tenido hasta cinco entrenadores en los últimos dos años y medio.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.