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Reportaje:

Olot, un secuestro rompe el sosiego

La Guardia Civil cree que los autores son unos chorizos de poca monta

Hasta los dormidos volcanes que coronan Olot parecen inquietos por lo que ocurre en esta ciudad desde la noche del pasado día 20. Y no es para menos si se tiene en cuenta que Maria Àngels Feliu Bassols, la rica heredera de una notable familia de la ciudad, está secuestrada desde entonces. La aparentemente endogámica sociedad olotense -donde, sin embargo, resulta posible que esta acaudalada dama matrimoniase años atrás con el humilde obrero de una imprenta, hijo de un albañil andaluz- asiste incrédula y molesta a un acontecimiento que turba su lánguida paz ciudadana.

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Algo se ha roto

Maria Àngels Feliu, madre de dos niños y una niña, fue raptada al llegar al garaje de su casa de la calle de Pere Lloses, tras haber cerrado la farmacia que regenta con una hermana. Una hora después, una voz anónima confirmó en catalán los temores que albergaba su familia por la tardanza inexplicable de una mujer metódica y enemiga de las relaciones mundanas.Diez días después, los Feliu nadan en medio del temor y la incertidumbre por el paradero de su hija. Una situación ni siquiera comparable a la angustia que el patriarca Tomás Feliu tuvo que afrontar años atrás, cuando perdió una fortuna por la quiebra del Banco de los Pirineos.

Extrañas maniobras

El secuestro de la rica heredera ha hecho que los Feliu Bassols se cierren como una lapa, sin permitir siquiera la intromisión de los Pérez Acedo, los suegros de la farmacéutica. Socorro Acedo, su madre política, en zapatillas y bata guateada, se limita a manifestar en su humilde piso que su hijo Paco le ha dicho que "todo va bien".La Guardia Civil, apoyada por un grupo de especialistas en delincuencia organizada llegado de Madrid, tiene la convicción de que los secuestradores son unos chorizos de poca monta que se han embarcado en un asunto que les viene grande. Increíble resulta que estos desalmados exigieran a las pocas horas del rapto una pequeña cantidad de dinero como ', muestra de buena voluntad" y que pidieran que el dinero fuese depositado en un contenedor de basuras a menos de 100 metros del cuartel de la Guardia Civil de Olot.

Los investigadores aseguran que el caso tendría que resolverse en breve con la localización de la masía en la que posiblemente está cautiva la víctima. Las negociaciones sobre el pago del rescate se pusieron en marcha el pasado viernes, después de que la familia designase como mediador al abogado Joan Capdevila i Bassols, primo segundo de la víctima.

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Hasta el gobernador civil de Gerona, Pere Navarro, se muestra inclinado a que este dramático asunto finalice cuanto antes, aunque sea facilitando que la familia pague el rescate, postura que choca con la que sostiene el Ministerio del Interior.

Los secuestradores han seguido hasta ahora extraños vericuetos para comunicar sus exigencias, tales como hacerlo a través de llamadas realizadas a otras empresas de Olot. Los encargados de las pesquisas están desorientados y el control sobre los delincuentes y drogadictos de la localidad no ha dado resultados positivos.

El pozo de silencio se ahonda mucho más cuando se trata de conocer la suma demandada por los raptores. El alcalde de Olot, el convergente Pere Macias, un hombre joven y amable, asegura que no han dicho aún una cifra clara, pero a continuación añade que es inferior a los 100 millones de pesetas con los que se ha especulado. "Es gente de mucho dinero", se limitan a señalar el taxista, el policía municipal, el dueño del restaurante y el librero de la ciudad. Pero nadie se atreve a calcular la fortuna de los Feliu, excepto un importante industrial cárnico de la comarca. "Yo creo que puede rondar en torno a los 1.000 millones", dice.

Los vecinos tampoco saben más de la vida de la ilustre familia y, como dice la encargada de un pub, su grado de interés por ella se limita a que el padre de la farmacéutica es quien les corta la luz si no pagan. Y al taxista andaluz afincado en Olot desde hace, 30 años le parece increíble que este patriarca sea el mismo que entonces iba cobrando los recibos del suministro eléctrico. Pese a eso, los Feliu atesoran su fortuna sin exhibirla en público ni en las fiestas de las entidades culturales y recreativas de la ciudad. Por eso, un importante industrial local concluye: "Los secuestradores tienen que ser de aquí para saber quiénes son los Feliu Bassols. Fuera de la comarca son unos perfectos desconocidos".

La familia, encerrada en sí misma como es su tradición, se niega a mantener el más mínimo contacto con la veintena de periodistas que día y noche hacen guardia ante el portal del edificio donde los hijos del patriarca ocupan todos los pisos de una misma planta. Hasta el juez que lleva el caso, Santiago Pinsach, se muestra más que molesto por la irrupción de esta pandilla de curiosos inasequibles al desaliento. Tanto es así que el juez ha llegado a pedir un informe a la fiscalía para saber si tiene armas legales que posibiliten desalojar de la calle de Pere Lloses a los molestos reporteros. Todos los vecinos de Olot repudian que algo pueda romper su aparente perfección social, donde cada uno acepta con agrado el papel que desempeña.

La farmacéutica secuestrada, heredera de la empresa eléctrica Hijos de J. Bassols, fundada por sus antepasados matemos, y del negocio de curtidos creado más modernamente por su padre, es una de las damas más distinguidas de la ciudad. Quienes la conocen la describen como una mujer amable, de carácter frágil y poco amiga de los fastos. Quizás por eso no se casó con uno de los herederos de otra de las familias de postín, sino con un obrero de artes gráficas que llegó a Olot con 13 años de la mano de sus padres, Socorro Acedo y Antonio Pérez, huyendo del hambre y la pobreza de Antequera (Málaga). Y así, el cuento de la chica bien y el hijo del peón albañil se hizo realidad cuando entre ellos surgió el amor durante una excursión a la montaña. Su boda aún la recuerda el fotógrafo que inmortalizó el acontecimiento porque el convite subsiguiente estaba presidido por enormes y suculentas langostas. Todo resultó perfecto, pese al griterío de los bullangueros familiares andaluces del novio, que contrastaba con la sobriedad y las buenas maneras de los parientes de la novia, recuerda el fotógrafo.

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