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El techo de Europa

Muresan, baloncestista rumano del Orthez, mide 2,30 y calza un 58

Mide 230 centímetros, pesa 147 kilos y calza un 58. Tamañas dimensiones, las mayores de Europa, pertenecen a Gidza Muresan, un rumano de 21 años que juega en el Pau Orthez. Trata de labrarse un futuro en el baloncesto, deporte al que llegó por casualidad, e intenta liberarse del morbo que despiertan sus proporciones. El presidente de su club le tiene prohibido conceder entrevistas, dado el carácter circense que las rodeaba hasta ahora.

Proviene del campo. Sus padres, unos agricultores de Tritteri de Jous, son de estatura normal. Lo mismo que sus cinco hermanos, todos mayores que él. Gidza, en cambio, apuntó alto: 2,02 metros a los 13 años y 2,07 a los 15. La costumbre hizo que sus vecinos no dieran importancia a tantos centímetros.Empezó a llamar la atención cuando, precisamente con 15, abandonó por primera vez su pueblo para dirigirse a Cuj, la ciudad más próxima. Gidza se había dado un golpe en una rodilla jugando en la escuela y fue llevado a un hospital. Su aparición causó las exclamaciones de los médicos y los pacientes.

Por casualidad topó con un dentista que, de joven, había sido árbitro de baloncesto en el campeonato nacional. "¿Dónde juegas?", le preguntó. "¿A qué?", respondió. "Al baloncesto". "¿Y qué es eso?". Resultó que aquél era amigo del vicepresidente del Universitatea de Cuj, a quien comentó días después lo que había visto. Tres meses más tarde, Muresan se cambiaba de escuela para fichar por ese club. En su primer encuentro, como junior, sus compañeros y él, que sólo anotó uno, perdieron por un punto.

La casualidad también le llevó al Pau Orthez, su actual equipo, que tuvo que medirse al Cuj en la primera eliminatoria de la pasada edición de la Recopa. Los rumanos ganaron en su cancha por seis puntos (por 22 en el descanso) y Muresan marcó 39. En el francés, el Cuj duró lo que su estrella. Fue arrasado en cuanto Gidza resultó eliminado por cinco faltas personales. Esa misma noche, la del 10 de octubre de 1991, firmó un contrato con la agencia norteamericana Proser.

Terminó la temporada y el Pau, que ganó su Liga, decidió reforzarse en kilos y centímetros. Miró a Muresan, al que atrapó cuando estaba a punto de firmar por el Messaggero de Roma. La poca cultura baloncestística del rumano le hizo decantarse por el club francés, que le sonaba mucho más que el italiano por el simple hecho de su reciente enfrentamiento.

Muresan se llevó consigo a su compañero MIhail Pulbere, base y capitán del Cuj, que se había retirado un mes antes por culpa de una lesión, para que viviese con él y le sirviera de traductor. No se separan nunca. Lo harán cuando las cuatro horas semanales que dedica a aprender francés le permitan desenvolverse solo. Sus dimensiones despertaron la curiosidad de los medios franceses, a quienes Gidza atendió gustoso y paciente. Sin embargo, salió negativa mente afectado, según cuenta Girard Bouscarel, el director deportivo del Pau. "Se le vendía como un animal, un monstruo, un fenómeno circense. Como si fuera el hombre elefante". La templanza del club se agotó cuando una revista reprodujo en proporciones exactas una de sus manos y alentó a los lectores a que la comparasen con las suyas. El presidente le prohibió conceder más entrevistas. Muresan le lleva a veces la contraria. "Es incapaz de negarse a nada. Es un tío bonachón y muy ingenuo", dice Bouscarel.

Gidza, como todo jugador de baloncesto, sueña: con llegar algún día a la NBA. "Aunque antes tengo que saber jugar al baloncesto", advierte. El caso es que ya anduvo por París un representante de los Nets de Nueva Jersey y se llevó el vídeo y las estadísticas de un partido.

Mientras tanto, Muresan, soltero y sin compromiso, se preocupa de hacerse todo a la medida. Por ejemplo, una cama de 2,50 x 2,20 metros. En los hoteles junta dos más pequeñas.

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