"Perdone que no me levante, señora"
"Casos como el de Groucho Marx no son comunes aquí", asegura uno de los muchos marmolistas instalados en los alrededores del cementerio de la Almudena, quien a pesar de llevar más de 50 años en este negocio no puede recordar más que alguna anécdota a la que habría que calificar más de tétrica que de cómica. El genial Groucho fue incapaz de desaprovechar la ocasión de su entierro para contarnos su único chiste póstumo, uno de los epitafios humorísticos más celebrados: "Perdone que no me levante, señora".Un buen muestrario de inscripciones raras y curiosas se puede ver en el cementerio civil de Madrid. Agnósticos, revolucionarios y líbrepensadores de épocas pasadas, cuando el peso del catolicismo oficial era aplastante, dan fe en las lápidas de su heterodoxia. Por ejemplo: "Nada hay después de la muerte", "Aquí yace un libertario", "A todos los héroes del libre pensamiento". O el de Nicolás Salmerón: "Dejó el poder por no firmar una sentencia de muerte".
Ramón Gómez de la Serna y Luis Carandell han sido los más conspicuos visitadores de cementerios. Gómez de la Serna indagó en Los muertos y las muertas (1942) sobre la muerte como reflexión necesaria para dignificar la vida. "La muerte es un valor en crisis (...) parece que hoy día ya no hay muerte, sólo sepelios", se lamentaba el escritor.
El ocaso del epitafio
Con el permiso póstumo de Gómez de la Serna, aquí van algunas de las inscripciones que recopiló. La del cardenal Richelieu: "Yace aquí el gran cardenal que hizo en vida mal y bien: el bien que hizo, lo hizo mal; el mal que hizo, lo hizo bien". La de Leopardi: "Dejadme en paz". La de Alejandro Magno: "Bastó una tumba para aquél a quien no bastó el rnundo". El de Fu-Hi, funcionario de la dinastía Sui: "Fu-Hi amó las verdes colinas, las blancas nubes... Pero, ¡ay!, murió borracho". La de un fraile: "Aquí fray Diego reposa, jamás hizo otra cosa".
Siguiendo los pasos de Gómez de la Serna, Luis Carandell publicó en 1975 Tus amigos no te olvidan, una especie de Celtiberia show de la muerte, que recoge ritos funerarios, epitafios y esquelas curiosas de un país que suele tomarse el tránsito al más allá por los extremos, o la trágica gravedad o el humor descarnado.
En la actualidad, el género de los epitafios se encuentra en franca decadencia. De hecho, el incremento notable de las incineraciones reduce el espacio disponible en la lápida, ya que ésta es muy pequeña. Pero, para quien no quiera renunciar al humor en su hora suprema, siempre quedan posibilidades. Como dispuso Peter Sellers. En la ceremonia de su incineración, justo en el momento en que el cuerpo era introducido en el crematorio, sonó, para sorpresa de todos los presentes, la música de En forma, de Glenn Miller.
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