Un preso confiesa haber matado a otro porque prostituyó a su hermana
"Lo maté porque prostituyó a mi hermana". El motín más espectacular ocurrido en los últimos años en la prisión de Alcalá Meco, en el que murió un preso, tuvo su origen en el odio. Moisés Caamáñez Álvarez, de 23 años, había jurado matar a Mariano Domínguez Aliseda, de 36. Su hermana, toxicómana como él, acaba de fallecer víctima del sida. Culpó de la tragedia a Domínguez porque, según ha confesado al juez, formaba parte de la banda que la había llevado hasta la prostitución y después al sida.
Caamáfiez, considerado en medios penitenciarios como un psicópata muy peligroso, tuvo en medio de la revuelta la sangre fría de poner un pincho de fabricación casera en el cuello de Domínguez, llevarlo al centro del patio de la prisión, exigirle que se pusiera de rodillas y que le pidiera perdón. Cosa que la víctima, aterrorizada, no dudó en hacer.Después, bajo la sombra de la muerte de su hermana, le clavó varias veces el arma en el tórax. Murió casi en el acto.
Según fuentes jurídicas, Caamáñez no provocó el motín, sino que se aprovechó de él; decenas de internos se subieron al tejado mientras otros secuestraron en las celdas a un funcionario. El tumulto, uno de los más espectaculares ocurridos este año en España, se produjo el pasado 22 de marzo. Tras el asesinato, Caamáñes se sumó activamente a la revuelta. El motín había empezado sobre las diez de la mañana y concluyó por la tarde, al acceder los internos a bajarse del tejado, en presencia de numerosos efectivos policiales, tras una tensa negociación con un alto cargo de Instituciones Penitenciarias.
Los amotinados aprovecharon la revuelta para exigir mayores beneficios penitenciarios y unas condiciones más dignas dentro de la prisión (véase EL PAÍS del pasado 23 de marzo).
"La concentración de adrenalina, para hacer lo que hizo y con la sangre fría que demostró, tenía que ser bestial", han asegurado los citados medios jurídicos.
"Quería mucho a su hermana; de alguna forma se sentían identificados: eran las dos ovejas negras de la familia; tenían otros hermanos que hacen vida normal".
Su madre le ocultó la muerte de su hermana pequeña, consciente de lo que la quería, durante varias semanas.
Cuando llegó a la prisión de Alcalá Meco, procedente de una cárcel andaluza, y supo que en ella estaba Domínguez, al que conocía por referencias de su hermana, la idea de darle muerte no se le fue de la cabeza.
Caamáñez fue carne de presidio desde muy corta edad. A los 16 años pisó por primera vez una cárcel, y su historial delictivo indicaba que le quedaban aún muchos años de cautiverio: los antecedentes penales y las respectivas condenas se le amontonaban en los juzgados.
Amenazas recíprocas
Domínguez Aliseda no era ni mucho menos ajeno a la fobia que le profesaba Caamañes. Las amenazas de muerte recíprocas se producían cada vez que ambos se encontraban en el pasillo de la prisión. Habían hablado del tema y el fallecido jamás le negó que conocía a su hermana. Según los citados medios incluso dejó entrever que había mantenido relaciones con ella. Él no lo soportó.La investigación de este asesinato la está llevando a cabo un juzgado de instrucción de Alcalá de Henares.
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