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El Madrid 'geométrico" fue feliz en Zaragoza

Luis Gómez

Quiso cotejar el Zaragoza su recién probada competencia con este Madrid geométrico de Floro. Quiso medirse de igual a igual sin ninguna precaución que evidenciara complejo, miedo o desconfianza. Y en la comparación salió tarascado con un desgraciado gol al minuto 3. Un remate-pifia de Zamorano terminó por hacer sentirse al Madrid a gusto consigo mismo. A partir de ahí pudo vivir una experiencia nueva: ser feliz en un partido a domicilio.Víctor Fernández ha construido en poco tiempo un equipo competente en Zaragoza. Entiéndase por ello un grupo capaz de hablar en primera persona y con capacidad para instalarse en el terreno de juego sabiendo hacer las cosas. La posición del alemán Brehme revela un gusto por la solidez, un valor más rotundo que la estética.

El Zaragoza no pierde la cara ni desprecia el buen uso del balón; su mayor característica es la buena planta física de su centro del campo, sin estrellas, es cierto, pero sin fisuras. Era un buen rival para conocer el actual rasero del Madrid, un equipo todavía bajo sospecha.

En la comparación, interesante a todas luces, el Zaragoza se encontró con una hipoteca, un gol en contra en el minuto 3. La fase de tanteo fue excesivamente breve y dio paso a un primer cuarto de hora que determinó el futuro del partido: el Madrid maniobraba no sólo bien colocado sino a gusto.

Fabricó, en ese corto periodo, jugadas de gran calidad y esmerada elaboración, mucho toque por aquí, mucho toque por allá, algo de pose al gusto de la casa pero el balón a ras de suelo hasta el área contraria.

Se había propuesto el Zaragoza apremiar a los madridistas presionándoles en su defensa, pero comprobó en sus carnes cómo el Madrid llegaba con mucha ventaja a las proximidades de Cedrún.

Para más señas, Martín Vázquez encontraba el camino tan despejado que amenazaba convertir su tercer partido como madridista en una exhibición. Solana tuvo que dedicarse casi exclusivamente a su vigilancia y ahí pagó el Zaragoza el primer plazo de la hipoteca.

Tiró luego el equipo local de catálogo. Pero no encontró soluciones. Buscó la vía del remate de cabeza, mal camino porque no escapa a nadie que sus dos delanteros son, precisamente, los más bajos del equipo. Al incorporarse al área hombres de mayor envergadura, léase Franco o Poyet, desequilibró su centro del campo. Esas idas y venidas encontraban al Madrid siempre en su sitio. Y es que estamos ante el Madrid geométrico.

Y el Madrid geométrico es el Madrid de Floro, no quepa duda. Es un Madrid distinto, menos dispuesto a depender del libre albedrío de la quinta y sus acompañantes.

El beneficio es indudable porque las obligaciones no se comparten sino que se reparten. Y, desde luego, no necesita de la inspiración si ésta no acude al regate de Butragueño, al pie de Michel, o al entendimiento de Martín Vázquez.

El Madrid sumó ayer su quinta victoria consecutiva sin mediar una jugada genial o tener que recurrir al estado de gracia de cualquiera de sus peculiares protagonistas. Hizo 15 minutos de fútbol casi perfecto, obtuvo renta en una jugada afortunada y, a partir de ahí, se limitó a controlar los acontecimientos sin grandes apuros. Como mejor demostración de ello, un dato: el guardameta Jaro pasó desapercibido. Ningún disparo a puerta encogió su corazón.

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