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Ambulancias en el atasco

Los tres hospitales de la zona de Cristo Rey permanecieron una hora aislados de las ambulancias que trasladan enfermos hasta ellos. El Clínico, la Fundación Jiménez Díaz y el Hospital Militar sufrieron las consecuencias de los atascos causados por la marcha de hierro. Y también sus enfermos. Fuentes sanitarias informaron anoche que, no obstante, el bloqueo de los vehículos de urgencia no había provocado ninguna desgracia.El atasco -pese a estar anunciado-, pilló desprevenidos a muchos automovilistas y también a los responsables del transporte público.

En la dirección de la EMT se reconoció que no estaba pensada ninguna variación a priori del servicio, porque los marchadores se habían comprometido a dejar libre la calzada lateral de la Castellana. En el Consorcio de Transportes se insistió también en este argumento.

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Los inspectores de la EMT en la calle no daban abasto con el trabajo para desviar a los vehículos de su recorrido habitual y salvar el atasco. Unos 300 autobuses quedaron atrapados.

Un inspector admitió con impotencia que cuando una concentración de estas características ataca a un eje transversal de la ciudad, "poco se puede hacer, excepto esperar parados a que se solucione solo el colapso".

Un policía municipal fue todavía más catastrófico: "Esto no hay ciudad que lo resista. ¡Y decían que iban a venir sólo 5.000 personas!".

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Los 800 marchadores llegaron con retraso y también cansados. En recorrer los 200 metros que separan el arco del Triunfo de la glorieta de Cristo Rey, precisamente los más atiborrados de gente en las aceras, tardaron 12 minutos. La manifestación engordó de tal manera que desde la cabeza a la cola consumieron 31 minutos en cruzar esa plaza.

Las principales calles de acceso a Cristo Rey (Isaac Peral y Francisco de Sales) se mostraron a esa hora (16.15) vacías de coches. La policía no les dejaba llegar. Los automovilistas que se habían quedado atrapados se lamentaban de la mala suerte y de su falta de previsión.

"No se puede consentir"

"Yo los vi cuando bajaba por la carretera de La Coruña a comprar a El Corte Inglés, pero no pensé que fuesen tantos", comentó la conductora de un Volvo familiar. El trajeado propietario de un flamante y rojo BMW estaba mucho más inquieto: "Esto no se puede consentir, yo entro a trabajar a las cuatro y me tenían que haber desviado antes". Un mensajero, acomodado en su furgoneta, se quejaba por la previsible mala tarde de trabajo que se presentaba, pero con matices solidarios: "Tienen toda la razón y doy este tiempo perdido por bien empleado si se logra que este Gobierno cambie en favor de los trabajadores".

Más información en la página 39

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