El fuerte crecimiento de la población y de las desigualdades, obstáculos para un futuro mejor
La sensación de que el futuro del planeta está ligado a la disminución de las desigualdades crecientes y a la resolución de problemas primarios como el aumento desorbitado de la población, junto a la desconfianza ante los políticos, unieron ayer, aunque sólo en parte, las posturas de los 10 científicos y técnicos de diversos países y especialidades convocados en El Escorial por Conversaciones de Madrid. El matemático Roger Penrose alertó sobre las implicaciones "sutiles e inesperadas" de los avances tecnológicos, y especialmente del "alarmante" desarrollo de los ordenadores.
Para los participantes, que comunicarán hoy sus conclusiones en un acto público en Madrid, el futuro del planeta depende de conseguir un equilibrio entre el "progreso" científico y la lucha contra las desigualdades crecientes, en opinión del sociólogo francés Alain Touraine, para quien la ciencia no debe ser controlada por políticos o dirigentes culturales. Igual desconfianza fue manifestada por Penrose, para quien informar a los políticos sobre los temas científicos y conseguir que tomen las decisiones acertadas por los motivos adecuados es uno de los mayores problemas. Según Peter Likins, ingeniero estadounidense, todo pasa por arreglar antes el problema fundamental de la población, sobre la base de que no existen límites teóricos a lo que puede conseguir la ciencia y la tecnología, con las únicas limitaciones que imponga el contexto social.El antropólogo noruego Fredric Barth señala tendencias peligrosas observables, como el creciente número de personas marginadas y alienadas, incluso en sociedades ricas; el incremento de la deuda pública, y la pérdida de diversidad en. la vida humana debido a la industrialización globalizadora del planeta.
Pesimismo
Un cierto pesimismo y falta de comunicación entre los distintos especialistas había impregnado el debate anterior a la redacción de las conclusiones. Algunos de los participantes limitaron al máximo sus intervenciones, como si creyeran, como luego manifestaron de hecho, que el futuro es algo imposible de predecir en general. Tal fue el caso de Penrose y del escritor Jean François Revel.En una posición equidistante y crítica de los científicos naturales y los científicos sociales, Barth proporcionó repetidamente la chispa necesaria a un debate que languidecía periódicamente. "El control social de la ciencia empieza con el control de los recursos. ¿Por qué no utilizamos este mecanismo para frenaros, para que trabajéis más despacio y dejéis a todos, incluidos vosotros, más tiempo para pensar?", fue su tesis ante el desarrollo vertiginoso de la ciencia 'dura'. Claro que, como señaló el inmunólogo ruso Rem Petrov, hay cosas que no se pueden controlar ni predecir en la ciencia, como es la aparición de genios. Con las teorías económicas Barth fue igualmente crítico, al señalar que los indicadores abstractos de bienestar no tienen en cuenta los costes humanos, en temas como la globalización de la economía y las migraciones.
La emergencia del medio ambiente como factor a tener en cuenta en los análisis surgió repetidamente. El economista Guillermo de la Dehesa planteó su importancia en la discusión actual sobre el dilema del traslado de industrias sucias al Tercer Mundo. "Si se admite que los requisitos medioambientales son universales, la única forma de integración es la migración humana, con los consiguientes problemas económicos y sociales", resumió.
Las ideas ecologistas fueron, sin embargo, consideradas muy positivas por Touraine, ya que subrayan la interdependencia global de todos los países y personas. "Saber que estamos en el mismo barco debe contribuir a evitar el peligro de fragmentación". Touraine había señalado antes que vamos hacia un mundo esquizofrénico en el que está dejando de ser vigente el principio de gratificación diferida: la realización de esfuerzos para obtener beneficios pasados varios años. Para Likins, la fragmentación social y económica es un fenómeno peligroso que ya se está produciendo, al menos en su país, Estados Unidos, en paralelo al proceso actual de globalización económica. En el debate participaron también el ruso Nikolái Basov, premio Nobel de Física; el biólogo estadounidense Eric Davidson, y el filósofo español Alfonso López Quintás.
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