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El viejo guía

La muerte de Willy Brandt despierta el mismo sentimiento en sus viejos amigos que en sus antiguos rivales: hemos perdido a alguien insustituible. Ocurre lo mismo que en el caso de la muerte de Konrad Adenauer. La gente pensó entonces que con él desaparecía toda una estirpe. ¿Qué tenía este joven trabajador de Lübeck de irrepetible, de único, de insustituible? ¿Qué distinguía a este personaje que a lo largo de una prolongada vida se convirtió en la personificación de una Alemania mejor?La actividad de Brandt en el ámbito de la política exterior fue muy importante y estuvo caracterizada por una gran amplitud de miras. Pero esto también puede decirse de Kurt George Kiesinger y Gerhard Scliróder. Brandt supo triunfar en sus luchas electorales, gozaba de un gran respeto como líder de partido y era un orador contundente, pero la República Federal de Alemania ha tenido a lo largo de su historia varias docenas de hábiles luchadores políticos, presidentes de partido y oradores. Lo que resultaba especial en este hombre reservado, pero lleno de magnetismo comunicativo, era su carisma, su capacidad para influir extraordinariamente en los hombres. Como dijo en una ocasión Björn Engholin, Brandt era la encarnación de la reconciliación y la renovación total. Al caer de rodillas en el gueto de Varsovia llevó a cabo uno de los mayores gestos simbólicos de la historia de la República Federal de Alemania, sólo comparable con el ceremonioso beso de reconciliación entre Adenauer y De Gaulle en la catedral de Reims. Brandt intuía cómo debía materializarse un momento histórico. Así se convirtió en líder de un pueblo que en 1933 le había expulsado y que muy a menudo le había hecho sentir vergüenza.

Todo aquel que quiera entender la influencia que ejerció Brandt durante casi cuatro décadas no debe verlo como un visionario o un soñador. Aunque fue presidente de la Internacional Socialista durante 16 años y de la Comisión Norte-Sur, el Brandt europeo no fue jamás un apóstol de la paz soñador, sino un político que sabía ponerse a cubierto, pensar a largo plazo y reflexionar con precisión sobre el poder como una situación de facto. La ostpolitik, que está indisolublemente unida al nombre de Brandt, no hubiera tenido éxito sin un fundamento firme en Occidente. Al final, Brandt se había convertido en un héroe del movimiento por la paz, en cuyas filas se procuraba olvidar que este hombre había sido durante toda su vida un atlantista convencido. Tampoco consiguió apartarlo de esta línea la desconfianza que manifestó la Administración de Reagan frente a él.

Si se le contempla en su faceta de político de partido, este hombre contradictorio, sensible, susceptible a los estados de ánimo, no era en absoluto el padre benévolo y liberal que (más tarde) creyeron ver en él muchos veteranos de la oposición extraparlamentaria. El joven Brandt era un derechista, realista y libre de compromisos. que apartó fríamente a un lado a la izquierda sentimental y a los viejos marxistas del SPD berlinés. El Brandt de los ochenta, que mantenía unidas las filas de su partido, tampoco se fiaba de su carisma. El viejo jefe dominaba el arte de telefonear tanto como Herbert Wehner o Helmut Kohl, que ya es mucho. Conocía su partido sin amarlo, pero nunca lo despreció como en ocasiones han hecho algunos de sus hijos políticos, ya sean legítimos o no. Willy Brandt tuvo, entre otras cosas, un gran sentido práctico. Sus más íntimos compañeros, como, por ejemplo, Horst Ehmke, Hans Kosclinik o Hans-Jürgen Wischnewski, pueden dar fe de ello por propia experiencia.

No se debe relegar al político social frente al arquitecto de las relaciones internacionales. Su máxima más conocida decía que había que atreverse a ser más democráticos; esta crítica a la era Adenauer fue tomada muy a mal por los sectores conservadores. La filosofía de Brandt se refleja con toda claridad en otro eslogan: "El que quiera vivir seguro el día de mañana debe luchar por conseguir reformas hoy". Brandt se había topado con un verdadero obstáculo en el curso de su tarea reformadora y sólo podía sortearlo con un gran derroche de energía. Muchas leyes, desde las del fomento de la educación a los estatutos de empresa, ofrecen pruebas claras de cuál era la situación de la que se partía. Su habilidad especial consistía en no poner ningún freno al impulso inicial, pasando después a una segunda fase en la que se ralentizaba el tempo para que la nave espacial no se saliese de su órbita. En medio de esta operación, Brandt fue derribado por la arremetida del asunto Guillaume. Así, este viejo piloto, precavido por instinto, a menudo receloso, que analizaba minuciosamente la situación del horizonte político, tuvo que vivir con la fama de haber pasado de político que luchaba por llevar a cabo reformas hasta el final a ser un eufórico.

Por supuesto, la gran obra de su vida ha sido la reconciliación con el Este. Brandt fue el primer político europeo que se dio cuenta. de que la suerte de los hombres que se encontraban en la zona de dominio comunista no podía mejorarse mediante discursos dominicales animados. por firmes principias. Por ello, ideó su política de acuerdos, que a pesar de partir del statu quo conseguía horadarlo mediante la comunicación. Los comunistas dispensaron una buena acogida a este acercamiento diplomático, pero al mismo tiempo despertó en ellos serios temores. El antifascista Brandt no podía presentarse como un revanchista maligno; además, el turismo, tanto privado como político, a que dio origen levantó el ánimo de la oposición interna. Esta política se desarrolló entre 1966 y 1989.

Brandt ha tenido la suerte, -a diferencia de Adenauer, Strauss o Wehner- de vivir la reunificación, y la ha recibido sin vacilaciones ni reservas. A decir verdad, no había previsto que esto ocurriera -como tampoco Helmut Kohl, ni, la abrumadora mayoría de los políticos alemanes-, y probablemente tampoco pensaba que fuese posible. Pero cuando ésta llegó, Brandt, con certero instinto político, fue uno de los primeros que conectaron con el nuevo rumbo de los acontecimientos. Sabía que la política no se hace, sino que se presenta como hecho consumado. Cuando Mijaíl Gorbachov sorprendió a todo el mundo liberando la zona neutra que tenía bajo su poder, Brandt archivó las máximas que hasta entonces había defendido y lo hizo con tranquilidad y sin ningún tipo de embarazo. Una nueva época como la que comienza, se dijo a sí mismo, requiere una nueva política. Y este anciano era lo suficientemente joven como para podérsela imaginar.

es diputado del SPD, del que fue secretario general.

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