Sangre en la tierra de las brumas
El crimen de Vilalba recrea la falsa imagen de Galicia como sociedad violenta
Si hay algo que exaspere a los gallegos es verse como carne de páginas de sucesos. Eso contribuye a alimentar su impresión de que el resto de España los considera como una sociedad semitribal, donde los labradores se matan bajo la bruma por una disputa sobre medio metro de tierra. El espeluznante crimen de la niña de Vilalba (Lugo), María del Carmen Rivas, y otros macabros sucesos, como el asesinato en La Coruña de un niño cuyo cadáver fue enviado a Madrid en una maleta a través de una empresa de transportes,han recreado esa imagen.
A pesar de esos crímenes brutales, juristas, psiquiatras, criminólogos e investigadores sociales insisten en que la sociedad gallega es básicamente pacífica y el índice de agresiones violentas es inferior incluso al de otras zonas de España.El 8 de marzo de 1989 Paulino, un labrador de una aldea de Chantada (Lugo) pareció enloquecer repentinamente. Llevaba varias semanas rumiando contra sus vecinos, aquejado de una especie de paranoia: se le había metido en la cabeza que alguien quería arrebatarle sus tierras. Ese día Paulino salió de casa con un gran cuchillo y atacó a todo el que se encontró por el camino. Siete personas murieron. El homicida se encerró en casa, le prendió fuego a la vivienda y se quemó con ella.
Sucesos de este tipo, o como el ocurrido años atrás en otro pueblo de Lugo donde cuatro vecinos murieron tras una reyerta por la posesión de unos robles, han forjado la imagen de una Galicia negra.
Imagen falsa
En Vigo, un joven matrimonio enterró viva a una niña de pocos meses. Casi simultáneamente, un chiquillo de 11 años era asesinado a golpes en La Coruña por una amiga de su madre, que escondió el cadáver en una maleta y la envió a Madrid a través de una empresa de transportes urgentes, mientras dos gemelas de 20 años enterraban en otra aldea de Lugo al bebé que acababa de parir una de ellas.
Apenas se cumplía un año de otro horrible crimen, el de un niño que apareció muerto y sodomizado el día de San Juan en un monte de Vilagarcía de Arousa (Pontevedra), cuando los sucesos de Vilalba conmocionaron a Galicia y a España entera. El pasado 19 de septiembre apareció el cadáver mutilado y con evidentes síntomas de violación de la pequeña de nueve años María del Carmen Rivas López, desaparecida tres días antes. Un ex recluso, con trastornos psicopáticos y antecedentes por violación, fue detenido como presunto autor del crimen.
La imagen que puede proyectar tanta acumulación de sucesos violentos es falsa, según expertos en criminología, psiquiatría o investigación social. Antonio Couceiro, que se acaba de jubilar como fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, afirma tajantemente: "En las estadísticas de muertes violentas, Galicia siempre ocupó un lugar medio entre todas las comunidades de España. Además, la mayoría de los casos son homicidios, no asesinatos premeditados".
Emilio González, psiquiatra de profesión y especialista en etnopsiquiatría -disciplina que estudia los problemas psíquicos en relación con su entorno cultural- también sostiene que Galicia no es una sociedad violenta. "Hay a veces agresiones derivadas de la posesión de la tierra, pero eso es propio de todas las sociedades agrarias y minifundistas. Éste no es un pueblo agresivo y su agresividad la manifiesta sobre todo verbalmente, con la retranca [socarronería] y la ironía, un poco como hacen los ingleses", indica González.
"A veces se magnifican los crímenes rurales precisamente porque se producen en una sociedad pacífica", agrega Luis Concheiro, catedrático de medicina legal de la Universidad de Santiago y forense desde hace 30 años. Sobre el crimen de Vilalba, Concheiro tiene una opinión unánimemente compartida: "Pudo haber ocurrido en Madrid, Nueva York, México o Valladolid".
Sociedad tolerante
El asesinato de María del Carmen Rivas presenta, según los expertos, características propias de una cultura urbana, totalmente ajena al medio rural donde se produjo. Así lo prueba la reacción de los vecinos de Vilalba que, en observación de Emilio González, interpretaron el crimen como "un ataque contra todos ellos, un hecho propio de otro tipo de sociedad que manchó el honor del pueblo". Tampoco nunca han sido frecuentes en Galicia los actos violentos relacionados con el móvil sexual, según el antropólogo Manuel Mandianes. "Los gallegos somos el pueblo más tolerante en materia de sexualidad, religión y política. La prueba es que tenemos el mayor porcentaje de España de hijos ¡legítimos y éstos nunca han sido marginados", afirma.
En todo caso existe cierto consenso en que el acelerado proceso de cambio cultural que vive Galicia puede fomentar conductas violentas en el medio rural. La sociedad agraria tradicional se ha derrumbado en pocos años y con ella todo un sistema de valores. Los viejos se quedan en las aldeas solos y desarraigados.
La experiencia de Ramon Caride, autor de un libro de relatos titulado Crónica de sucesos -que se inscribe en una nueva ola de novela negra que ha invadido la literatura gallega- ejemplifica esta desesperada situación que algunos han definido como el derribo de la aldea: "Yo viví hasta los 10 años en una aldea apartada. Luego me fui lejos de Galicia y cuando regresé la sociedad que había conocido, el medio que yo controlaba, se había desmoronado totalmente. Escribir sobre la violencia es una forma de acercarse a este fenómeno e intentar comprenderlo".
La cólera del malayo
X. H. "De vez en cuando, un malayo enloquece. Después de dos o tres días en que permanece mudo y aislado, coge su machete y se echa a las calles o a los campos matando a todo el que se cruce en su camino hasta que alguien pueda dar con él. Esta carrera homicida [...] se describió también entre los esquimales y los habitantes de la Tierra de Fuego".
"A veces, en Galicia, ese otro extremo del mundo, algún labrador temeroso o agraviado se vuelve silencioso y taciturno, se encierra en casa y medita. Después de más o menos tiempo, sin apenas avisos de lo que va a ocurrir, se arma con una herramienta de trabajo y ataca a sus vecinos". Este texto, que pertenece al psiquiatra gallego Lamas Crego y fue leído durante un congreso de la Asociación Gallega de Salud Mental, relata perfectamente la en ocasiones inexplicable conducta de los actores que intervienen en los atávicos crímenes rurales.
Han sido estos asesinatos, cometidos casi siempre por labradores que se disputan un trozo de tierra o de muro, los que se han relacionado tradicionalmente con la Galicia negra. Discusiones por un surco de agua o unos árboles han acabado a menudo a golpes de azada, de hacha o a tiros con escopeta de caza, las armas homicidas más comunes en Galicia, según el fórense Luis Concheiro.
"El núcleo fundamental de esta sociedad es el triángulo casa-límite-familia", indica el antropólogo Mandianes, "este grupo incluso llega a anular al individuo, de tal modo que yo no soy Manolo Mandianes, sino Manolo el de la casa del juez de Limeses. Las tierras son una parte más de la casa. Cuando alguien amenaza a este núcleo, instintivamente hay una reacción de defensa". El medio rural gallego parece pacífico por naturaleza pero cuando la violencia se desata es brutal porque, como explica Mandianes recurriendo a una conocida metáfora antropológica, "si tiras una piedra en el mar, apenas se nota; si la tiras en una bañera, el agua se desborda".
Matar por un trozo de tierra puede parecer absurdo, aunque "más absurda es la violencia de los Ultrasur", arguye el psiquiatra Emilio González.
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