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De copas y golpes

El pabellón del Madrid, convertido en disco-bar, con combates de boxeo y artes marciales

"¡Mátalo!", se pide de cuando en cuando. Boxeo en el cuadrilátero. Copas alrededor. . Entre combate y combate, música bailable. Es la fiebre del viernes noche en el pabellón del Real Madrid, reconvertido en espacio de "ocio deportivo", según los promotores. Estas veladas de fin de semana incluyen exhibiciones y peleas boxísticas y de artes marciales. La empresa Doma, que explota la instalación del club madridista, percibirá 80 millones de pesetas por el alquiler.

Madrugada de ayer en el pabellón deportivo del paseo de la Castellana. Cerca de un millar de jóvenes -gente guapa y menos guapa- acude a la inauguración de Madrid Pavilion. Los flashes se encienden en la zona vip, presidida por la actriz y bióloga Ana Obregón y su compañero, Alessandro Lequio -tercer dan de kárate-, participante en el combate estelar de la noche.El espectáculo va a comenzar. A la una de la madrugada, primera pelea. Es de full contact, disciplina que permite golpear con puños y piernas y está encuadrada en la Federación Española de Boxeo. El público rodea el cuadrilátero vaso en mano.

La animadora anuncia el primer asalto. Calla la música. Luis Gómez Delgado, campeón de España, contra Ignacio Sánchez, "joven promesa de Pamplona". Guantes en las manos, protectores en los pies, cabezas y cuerpos desprotegidos.

Cuatro asaltos de dos minutos, y al vestuario. Ignacio, de 18 años, llega con la derrota y los golpes en la cara. Hasta ahora, nunca había oído el grito de " ¡mátalo! ", y no le ha gustado. "Es porque a los navarros nos tienen asco, y ya está", interpreta este joven sin empleo y con la mili en puertas.

"Es triste escucharlo, pero no reacciono", tercia el rival y vencedor. Luis, representante de embutido de 25 años, tiene la nariz flexible a causa de los. golpes. Está contento. con la victoria, que lleva aparejada una bolsa de 40.000 pesetas frente a las 15.000 del perdedor. José Miguel, autor de algún "¡mátalo!", no le da importancia al grito. "Lo digo por dar salsa", explica mientras apura la bebida.

"Hay gente que ve esto como un deporte y otros a los que les gusta ver sangre", reflexiona Luis. A veces lo pasa "mal" por tener que golpear. "Este deporte es algo violento, pero el fútbol también lo es", tercia el perdedor navarro. A los dos les parece bien la mezcla de copas con vistas al cuadrilátero. Entre, el público, división de opiniones. Pedro Araoz cree que es uh espectáculo "sensacional". Carlos Maldonado concede que es "original", pero no ve motivos para repetir. A su amigo José Javier no le está gustando.

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Las animadoras, pantalón corto y camiseta de tirantes, vuelven a bailar sobre el cuadrilátero. Llega el segundo combate, de kick boxing, más boxeo sin casco y con patadas de técnica marcial. Manuel Varoni se alza con el triunfo, pero antes se acerca al sabor del fuera de combate. Un golpe le ha derribado sobre la lona: segundos largos, angustiosos, sin resuello. Se incorpora con esfuerzo, pero vuelve al ataque con garra recobrada.

A golpe de copas -las 1.500 pesetas de la entrada dan derecho a una consumición-, el público aguarda la velada estelar: kárate. Alessandro Lequio, que llegó a campeón de Italia, contra Felipe Hita, dos veces campeón de España y una del mundo.

"Lo de hoy es una coincidencia. Dejé el kárate en 1988", aseguraba Lecquio antes de enfundarse el karategui. "Me parece una estupidez ser famoso por motivos de vida privada", añadía flanqueado por Ana Obregón.

Primero, exhibición de rotura de ladrillos; luego, el kumite (combate) de tres minutos. "¡Eso es penalti!", grita alguien mientras los karatekas prodigan patadas tipo maewasi. Gana Hita por dos puntos. Son las tres de la madrugada y buena parte del público se va sin esperar la confrontación de pressing pavilion, novedoso combate en el que se enfrentan practicantes de artes marciales distintas.

'Macarras', no

Quien está encantado con la distinción es Armando Muñoz-Calero, director de la empresa Sponsoring & Mecenazgo, la firma que ha puesto en marcha el Pavilion y antes organizó veladas boxísticas para el púgil Poli Díaz.

"Vimos que en Madrid no había esta mezcla de ocio y deporte. Queremos promocionar las artes marciales, pero, también otros deportes", explica el director. "No habrá mucho boxeo porque ya está promocionado", puntualiza. Asegura que en Estados Unidos estas iniciativas tienen mucho éxito.

La elección de las disciplinas de lucha tiene otra razón: el cuadrilátero ocupa poco espacio. Muñoz-Calero reconoce que hay ciertas dosis de violencia en los espectáculos de cuadrilátero, pero descarta riesgos añadidos.

El Pavilion no está dirigido a los macarras de gimnasio. "Habrá una selección importante del público, a cargo de porteros profesionales", asegura el director. La pelea puede empezar en la puerta.

De la canasta al cuadrilatero.

Nada en el pabellón recordaba anoche su antiguo esplendor. Las tardes gloriosas de Emiliano y Sevillano han dado paso a noches de copas y cuadrilátero. El parqué está cubierto. Los jugadores del Real Madrid de baloncesto apenas pisan esta cancha, que ya supera el cuarto de siglo y antes fue una pista de tenis.El escaso aforo -3.729 asientos- obliga a jugar la liga en el Palacio de Deportes, donde el club debe abonar 1.200.000 pesetas -más gastos- por partido. Los encuentros de competición deben celebrarse en recintos con un mínimo de 5.000 plazas.

"Los clubes tienen que intentar ingresos atípicos, porque no cubren sus presupuestos. Hay que utilizar las instalaciones en multifunción", explican en Dorna, la empresa que explota las instalaciones del Real Madrid. El alquiler del local para las noches de los viernes y sábados asciende a 80 millones de pesetas anuales. Hasta ahora el recinto se había alquilado para celebrar juntas dé accionistas o conciertos musicales, entre otras cosas. Los promotores del Pavilion confían en que la estela olímpica ilumine la nueva trayectoria.

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