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En la muerte de un estadista

El estadista no es propietario exclusivo de su vida. Por tanto, los sentimientos que su muerte desencadena no pueden limitarse a su destino particular. Pocas veces las impresiones que nacen de un solo acontecimiento han sido tan dispares como ahora, cuando nos enfrentamos con la muerte de Willy Brandt. Su vida ha sido de una perfección sorprendente incluso en. el ámbito político. El final de su vida afecta a los alemanes justo en un momento en que éstos pueden temer por su ausencia en el futuro.Cuando Willy Brandt llegó a la mitad de su carrera política, las mayores amenazas con las cuales se había tenido que enfrentar habían quedado superadas. Alemania estaba en el camino de convertirse en un Estado democrático y social según el modelo occidental. Brandt tenía la seguridad de poder colaborar decisivamente en la configuración de la política alemana, ahora que había libertad para hacerlo. Sus esperanzas no se vieron defraudadas ni en lo concerniente al futuro de su patria ni con respecto a cuál sería su papel. Bra*ndt cú Iminó, además, la labor fundacional del primer canciller alemán, Kon-rad Adenauer, con su decisiva aportación, y unió a la reconciliación con Occidente el comienzo de la paz con los pueblos de Europa del Este.

El Premio Nobel de la Paz que le fue otorgado fue celebrado por la comunidad de pueblos de la manera más hermosa que pueda imaginar un político sensato y diligente. Willy Brandt gozó además de la mayor reputación en Alemania y en el extranjero como presidente de la Internacional Socialista. ¡Qué ejemplar camino había recorrido desde el principio del socialismo y desde sus propios comienzos en el movimiento obrero!

Y todavía hubo que añadir algo más a su trayectoria. El patriota alemán Willy Brandt tuvo que exiliarse en 1933 cuando Alemania se derrumbó por vez primera. Luego volvió a su país, después de la caída de la dictadura y de una guerra terrible, eligiendo para empezar de nuevo el lugar más peligroso de la Alemania libre: Berlín. Tuvo el privilegio de experimentar en vida la reunificación de su país y de su amada ciudad. Nadie en Alemania olvidó en ningún momento que todo ello había que agradecérselo fundamentalmente a Willy Brandt. Un clásico hubiese aprovechado una biografía de tal magnitud para reflexionar sobre la fortuna, la fortuna de la que sólo se nos permite hablar con ocasión de la muerte de una persona. ¿Qué otro político de nuestra época nos hubiese dado una mejor oportunidad para hacerlo? Y, sin embargo, no es esta la única reflexión que nos ocupa en la muerte de Willy Prandt. Otras reflexiones nos atormentan.

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Jurgen Busche es adjunto al director para temas de política alemana del Süddeutsche Zeitung de Múnich.

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