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Entrevista:

"La próxima revolución de los robots será cuando mejoren su visión y tacto"

El norteamericano Joseph Engelberger ostenta la paternidad de los robots industriales desde que, en 1961, comenzó a funcionar uno de su propiedad en la General Motors de Nueva Jersey (Estados Unidos). Treinta años después, Engelberger, que asiste en Barcelona a un simposio de robótica, cree que los robots deben ocupar los puestos de trabajo del sector servicios y no sólo los de las fábricas. "Deben ocupar el puesto del hombre", dice, "en todos los trabajos sucios, monótonos y peligrosos".

"Los japoneses", explica Engelberger, suelen decir que el lugar de los robots está en trabajos de tres K, y los norteamericanos decimos en las tres, D, porque con estas letras empiezan las tres palabras claves del tipo de trabajo de los robots: dirty (suciedad), dull (monotonía) y, dangerous (peligrosidad)". Engelberger trabaja en ese sentido. Cuando creó el primer robot, la empresa de su propiedad se dedicaba a su aplicación en las cadenas automovilísticas de montaje, pero hoy, a sus 67 años, sigue en la brecha en otro tipo de robots: los que trabajan fuera de las cadenas de montaje. "En 1983 vendí mi empresa a la Westinghouse por 170 millones de dólares; con ese dinero me monté otra empresa, pero que se dedica exclusivamente a la producción de robots para el sector de servicios. Todavía es una pequeña empresa,- con 35 empleados de alta cualificación y una facturación de cinco millones de dólares anuales".A diferencia de otros expertos en robótica, Engelberger opina que en estos 30 años de experiencia no ha habido grandes cambios. "Mi primer robot está en un museo, pero su tecnología sigue plenamente vigente; hoy los robots son más rápidos y más baratos, pero no ha habido una segunda revolución". Recientemente le pidieron que actualizara un libro que había escrito en 1980, y se negó. "No hacía falta. Todo seguía siendo válido". La revolución llegará, en su opinión, en cuanto los robots mejoren visión, movilidad y tacto.

Elogios para Japón

Como el típico americano, no oculta sus cuentas de resultados ni sus conocimientos. Seis años después de comercializar su primer robot, Engelberger fue invitado por el Gobierno japonés para contar su experiencia. "Asistieron 5.000 ejecutivos japoneses; todos interesadísimos, con tantas ganas de aprender que aguantaban sin moverse hasta cinco horas seguidas de charla". Cuatro años después, Japón había superado a Estados Unidos en la carrera de la robótica.

Engelberger sólo tiene palabras de elogio para los japoneses: "Siempre quieren ir más allá. Tienen ideas y la constancia para ponerlas en práctica". El pasado año, el Gobierno japonés le volvió a invitar para que trabajara definitivamente en ese país, pero prefirió seguir con su fábrica de robots civiles. "Está claro, el sector industrial supone el 25% del empleo, y el sector servicios, el 75%". Si se le. expone que sólo una gran empresa puede comprar un robot, lo niega. "Cada vez los robots son más baratos. Yo los vendo por seis millones de pesetas y los alquilo por 500 pesetas a la hora".' Al informarle que más barato que la hora de una asistenta española, no le asombra: "Y menos que mi desayuno en España; el dólar no vale nada aquí. Estoy asustado".

Mientras posa para el fotógrafo junto a un robot en funcionamiento, se cuida de quedar fuera del alcance del brazo de hierro. "Qué gran noticia, ¿no?: un robot ataca a su padre".

De esta forma surge el recuerdo del escritor Isaac Asimov, que ideó en la ficción la ciencia y los principios de la robótica, en los años cincuenta, casi 10 antes de que Engelberger aplicara a la industria su primer ingenio. Engelberger se ríe cuando se le pregunta si el ingeniero copió al escritor. "Lo que está claro es que no eran novelas fantásticas, de ciencia-ficción; las novelas de Asimov estaban basadas en la realidad, especialmente en la realidad espacial, que es el lugar donde los robots aventajan al hombre".

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