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Delors da el primer paso para presentar su candidatura a la presidencia francesa

Jacques Delors se ha decidido a salir del bosque y avanzar a pecho descubierto por el minado terreno donde se libra la batalla por la sucesión de François Mitterrand. Este fin de semana, Delors, de 67 años de edad, funda en la localidad de Lorient su propio club político destinado a promover su candidatura al Elíseo. Delors, medio socialdemócrata, medio demócrata-cristiano, ha bautizado ese club con el nombre de Temoin (testigo).

Tras sufrir como el que más en el referéndum sobre Maastricht del pasado 20 de septiembre, Delors ha recuperado la esperanza. Cierto es que los asuntos europeos no andan demasiado bien, pero su imagen en Francia no parece haberse resentido por ello. Los franceses lo siguen viendo como un hombre serio, competente y con gran porvenir político, pese a la actual condena generalizada de la eurocracia de Bruselas.

Delors es, según las encuestas, el único socialista que hoy podría ganar una elección presidencial frente a Jacques Chirac y Valéry Giscard d'Estaing, los dos aspirantes del centro y la derecha. En estos momentos, sus posibilidades son superiores a las de su correligionario y candidato oficial socialista, Michel Rocard.

Para materializar en una estructura organizativa su capital de popularidad, Delors lanza en Lorient, bajo el lema "Recuperar la utopía democrática", el club Temoin. Militan en él socialistas, cristianos sociales y europeístas independientes. Lionel Jospin, Jean Poperen, Bernard Kouchner, Elisabeth Guigou, Segolene Royal y otras viejas o nuevas figuras del poder socialista apadrinan el acto bautismal.

Delors se resarce así de la humillación sufrida en el último congreso del Partido Socialista (PS), celebrado en Burdeos el pasado julio, cuando sus camaradas no le hicieron el menor caso y vitorearon a Rocard. Curiosa situación la de los socialistas franceses: sus dos presidenciables corren por la misma pista, la de una izquierda moderada y moderna cuya defensa del funcionamiento eficaz del Estado no le impide ser sensible a las exigencias populares de mayor democracia y justicia social.

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