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Dos goles no fueron suficientes para la Real

Los locales necesitaban goles para obrar el milagro. Muchos aficionados esperaban observar una masiva presencia de delanteros en el once realista. Se equivocaron. El galés volvió a prescindir de Loinaz pero a cambio puso en liza a dos futbolistas de mentalidad ofensiva (Alkiza e Imanol).

La presión que ejercieron los donostiarras provocó un repliegue de las líneas visitantes. La muralla portuguesa demostraba deficiencias. Muchos futbolistas se agolpaban en pocos metros de terreno. La consecuencia negativa es que se estorbaban entre ellos. Y el despiste tuvo que llegar. Lumbreras se internó por su banda izquierda y el milagro comenzaba a cobrar cuerpo. Muy agresiva y perfectamente situada sobre el terreno de juego la Real siguió llegando con peligro a los dominios de Madureira que fueron batidos por Larrañaga. Pero el tercer gol, el que permitía soñar no llegó.

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