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Ante Maastricht: pluralismo de voto

¿Qué significa reivindicar el pluralismo de voto dentro de un mismo grupo parlamentario, el de IU-IC, ante un tema como es la ratificación del Tratado de Maastricht?El pluralismo a secas, entendido como la diversidad cambiante de aportaciones en el seno de una formación política, es, a mi entender, un símbolo de innovación y avance democrático. Cuanto más plural sea una formación política, más capaz será de articular la complejidad de la realidad social y de proponer soluciones a los conflictos superando las estériles fronteras del sectarismo. Es evidente que los límites del pluralismo deben situarse, para mantenerse como formación política, en la coincidencia programática.

En este caso, Maastricht, me quiero referir al pluralismo de voto entre diputados de un mismo grupo parlamentario, el de IU-IC. Todos ellos coinciden en los mismos programas, que presentaron IU e IC a las últimas elecciones generales de 1989, cuando fueron elegidos por la ciudadanía. Ahora, entre ellos se da una diversidad de voto potencial ante la ratificación de aquel tratado. Esta diversidad se justifica por la complejidad del tema (1) y para vehicular la diversidad sin ningún tipo de incoherencia se ha recurrido al pluralismo de voto (2).

1. La complejidad del tema: el contenido del Tratado de Maastricht es de una enorme complejidad. De ahí la necesidad de escapar de los simplismos interpretativos. Ni Maastricht es la solución de todos los problemas, ni sobre él se pueden cargar todos los males de nuestra sociedad (se ha llegado a argumentar que gracias a Maastricht, Suecia eleva tanto sus tipos de interés, que los americanos venden más armas, o que la política económica aplicada por el Gobierno del PSOE desde 1985 se deriva de Maastricht).

Europa ya es hoy una realidad económica que incide en nuestra cotidianidad. Hablar, por ejemplo, hoy, del sector textil o de los problemas de ENASA-IVECO es plantear cuestiones que cruzan las fronteras y que requieren, en primer lugar, estructuras europeas para su solución. Esta Europa real está parcialmente, pero mínimamente, gobernada por el Tratado de Roma y todo lo que va hasta el Acta única. Ante este desfase entre realidad y escasa gobernabilidad se plantean dos posibles opciones: o bien que Europa sea tan sólo una zona de libre mercado o que se desarrolle como una nueva entidad política. Y si se apuesta por la segunda opción, la que comporta un mayor progreso, se requiere que se vaya avanzando en la instauración de mecanismos de unificación y gobierno europeo. Son imprescindibles si no se quiere que se ahonde aquel desfase.

El proceso que puede generar la ratificación de Maastricht va en aquella segunda dirección. Es un paso hacia delante que cierra una larga etapa y abre las puertas, aunque de forma insuficiente, para la siguiente. Hasta ahora la Comunidad se define, básicamente, como un mercado, más una política agraria común (PAC). A partir de Maastricht se definirá (de la definición habrá que pasar a la aplicación) por un conjunto de objetivos políticos, económicos y sociales.

Durante estos últimos meses se han ido acumulando negrísimos nubarrones sobre el futuro de la Comunidad Europea: el no danés, la tormenta monetaria, la delicada situación económica, las amenazas británicas, etcétera... Éstos son factores que añaden mayor complejidad al debate.

En el seno de IU y de IC todos coincidimos: en que no se puede dar un parón al proceso de construcción europeo, en que se debe ir más allá de lo que contiene Maastricht (así lo hemos planteado en la enmienda presentada en el Congreso de los Diputados) y en que se deberían flexibilizar los indicadores macroeconómicos y su aplicación. Coincidimos también en la necesidad de aproximar Europa a los ciudadanos, empezando por dar más información sobre un tema tan complejo, posibilitando incluso una decisión popular de refrendo. Hasta aquí las coincidencias. Las divergencias se dan en el sentido del voto.

2. Normalizar el pluralismo de voto es una consecuencia elemental de todo lo anterior. Implica ratificar políticamente que nos encontramos ante un tema complejo, que justifica la expresión plural del voto, aceptada como tal con plena legitimidad desde la ética y la coherencia. Ello refuerza el proyecto ya que da un ejemplo de pluralismo democrático. La opinión pública castiga, incluso electoralmente, las peleas (represalias, amenazas, persecuciones, etcétera) y puede entender, en cambio, la proyección normalizada de un pluralismo de voto.

Existe hoy en el Estado español una alternativa de izquierdas sobre una base programática en temas internacionales, económicos, raciales y autonómicos. Las gentes de IU y de IC están en un 95% de acuerdo sobre ello. Parece ser que las encuestas electorales apuntan una cierta subida de IU y de IC. No sería de recibo lanzar todo ello por la borda ante un tema tan complejo como Maastricht.

Piénsese que en la mayoría de fuerzas políticas europeas hoy se da de facto aquel pluralismo de voto sobre Maastricht, tanto entre los parlamentarios como entre los electores. Piénsese que en IU hay una disparidad de criterio sobre el voto muy apretada (en IC quizás más holgada) y que a su vez esta disparidad se extiende territorialmente.

Creo que es elemental concluir que es positivo todo lo que asegure una actuación del grupo parlamentario, ante la complejidad del tema, con claridad y normalizando el pluralismo de voto para esta ocasión. Así se daría un posicionamiento único, con la diversidad de argumentos, y con una sola opción de voto como organización, la de la mayoría. Y a su vez se produciría el pluralismo de voto.

Todo ello pondría a IU y a IC en primera línea para pasar a la ofensiva en el proceso posterior de reforma y mejora de la construcción europea y una condición elemental para conseguirlo sería contribuir a trasladar el debate entre Estados a un debate entre opciones políticas, ideológicas y programáticas. Europa no se retrasa, principalmente, por intereses de Estado, sino por la instrumentalización de los mismos que se hace desde opciones políticas. Ante la amenaza de un retraso conservador, ésta es una razón de más para fortalecer la coordinación de todas las energías de izquierda, en este caso con el pluralismo de voto.

Rafael Ribó es presidente de Iniciativa per Catalunya.

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