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Kosovo, esperando la matanza

Amenaza de un baño de sangre peor que el que azota ahora a Bosnia-Herzegovina

Kosovo es una región entre Serbia y Albania que poca gente en Europa occidental había oído siquiera nombrar hace un par de años. Ahora, estos bellos parajes entre las legendarias Montañas malditas, fronterizas con Albania, y el campo de los mirlos, escenario de la derrota de la Corona serbia ante las tropas turcas, en 1389, amenazan con asumir de nuevo un protagonismo en la política europea. Entonces, hace seis siglos, Kosovo abrió las puertas a la invasión turca en los Balcanes y Europa central. Hoy, Kosovo es el probable detonante para que la llamarada de violencia extienda la guerra de Bosnia hacia el sur, hacia Macedonia y así, hacia la completa internacionalización del conflicto de los Balcanes.

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Kosovo es también el origen de la ascensión de Slobodan Milosevic a la cúpula del régimen serbio y el escenario en el que éste dio los primeros pasos hacia la destrucción de Yugoslavia. Kosovo es hoy, además, con sus casi dos millones de albaneses y unos 180.000 serbios y montenegrinos, el Estado policial más implacable de Europa y un pequeño y paupérrimo país en el que el racismo es ya la razón de Estado.Todo el conflicto actual de los Balcanes comenzó en Kosovo. Milosevic defenestró a su mentor y predecesor en la dirección serbia, Stambolic, con la movilización de la Liga Comunista y la población en contra del separatismo albanés, y de un supuesto genocidio que la mayoría albanesa habría estado perpetrando contra la minoría serbia en Kosovo. El nuevo hombre de acción salía en defensa de su pueblo serbio contra el terrorismo albanés y la pasividad de los anquilosados herederos de Tito. Su carisma, su oratoria y su resolución fueron suficientes para hacer olvidar a la población serbia que su mensaje era falso.

Aplastada militarmente toda protesta en Kosovo, Milosevic liquidó la autonomía de esta provincia meridional y de la septentrional de Vojvodina. Ambas contaban con voto propio en la presidencia federal yugoslava. Secuestrados estos dos votos, con el propio de Serbia y el incondicional de Montenegro, Milosevic se hizo con cuatro de los ocho votos de la presidencia, y por tanto con el poder para bloquear toda reforma política y económica que las dos Repúblicas desarrolladas del Norte, Eslovenia y Croacia, insistían en emprender en aquel año 1990, cuando toda Centroeuropa había iniciado esta vía tras la caída de los regímenes comunistas.

Con todas las propuestas en este sentido, sistemáticamente rechazadas por el régimen serbio de Milosevic, y la presidencia liquidada por el veto logrado por Serbia con los votos de Kosovo, Vojvodina y Montenegro, las Repúblicas de Eslovenia y Croacia ofrecen una Confederación como única fórmula, exceptuando la secesión, que las protegiera de la clara política hegemonista de Serbia. Belgrado rechaza también esta fórmula y, animada por la insistencia de Occidente en salvar Yugoslavia, envía el Ejército federal a Eslovenia, primero, y a luchar abiertamente con irregulares serbios por la ocupación de territorios en Croacia.

Estalla la guerra. La implacable represión por parte de las autoridades serbias de la mayoría albanesa es uno de los principales factores de alarma, que revelan a las demás repúblicas el carácter del régimen de Milosevic. Los albaneses son despedidos a miles de sus puestos de trabajo; les es vetada la entrada en edificios públicos; se cierran colegios y la Universidad de Pristina; en piscinas y locales de ocio, pero también en hospitales, comienzan a aparecer carteles de "sólo para serbios".

El escritor Ibrahim Rugova como presidente de la autoproclamada República y su primer ministro, el médico Bujar Bukoshi, son los líderes de la Liga Democrática de Kosovo. Con gran esfuerzo han logrado hasta ahora impedir que la indignación y el resentimiento de los albaneses provocara un enfrentamiento abierto con las autoridades. "Elegimos el camino de la resistencia pacífica, como Ghandi", insiste Rugova. Las autoridades serbias, teme Rugova, podrían utilizar el pretexto de una revuelta albanesa para expulsar violentamente hacia la vecina Albania a centenares de miles de ciudadanos de Kosovo para corregir la correlación demográfica.

Conflicto inevitable

Las posibilidades de la resistencia pacífica, sin embargo, están ya agotadas, como reconocen sus principales artífices. El primer ministro, Bukoshi, fue rotundo hace unos días: "Si la Conferencia de Londres no concluye con una solución política clara para Kosovo, la guerra allí es inevitable". No la hubo.

En Kosovo, las fuerzas serbias serán, si cabe aún mas implacables que en Bosnia. El odio al albanés, a su raza y a su religión predominante, el islam, es el gran motor del nacionalismo serbio. El desprecio a la vida en una guerra contra los albaneses alcanzará aquí nuevas cotas,

Con la guerra en Kosovo, su inmediata extensión a Macedonia, con un 40% de albaneses, estaría asegurada. Esta República tiene frontera con cuatro Estados que no podrían permanecer al margen de la conflagración: Grecia, Bulgaria, Albania y la propia Serbia que podría colmar nuevos apetitos territoriales despertados ante la indefensión de Macedonia, cuyo no reconocimiento por parte de la CE, debido al veto de Grecia, puede pasar a ser otro trágico error culpable de Europa en esta crisis. Lamentablemente estos han sido tantos que son muchos los indicios de que ya es tarde para impedir la guerra en Kosovo y para que esta antes ignota región alcance trágica notoriedad como detonante de la guerra en Macedonia. Entonces sí que arderán los Balcanes.

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