El Madrid va agonizante a la Liga
El Madrid se condenó al fracaso en la gala de presentación. La condena fue ordenada por Nando y Hierro, que concedieron dos balones a Bergkamp en la frontal del área. Dos goles. Bergkamp es un futbolista estupendo. Hierro y Nando, no. Son dos jugadores que dan muy bien en las fotos. Son altos, fuertes y van con el pecho un poco abombado: magníficos para una comedia de Alberto Sordi. Fuera de eso, son una complicación para el Madrid. El fútbol de hoy se juega en el filo y nadie puede dar ventajas a tipos como Bergkamp, Stoichkov, Van Basten o Prosinecki. Te hacen un gol y te dejan con cara de bobo. El Madrid quedó conmocionado por la torpeza de sus defensas y no se recuperó. La afición, que llegó con el arma cargada, se echó sobre Mendoza y le dio la noche. La Liga comienza como terminó: con la tormenta a cuestas.El encuentro tenía un aire de manual. Los dos equipos estaban en la suya: el Madrid, un poco plomizo, pero con orden. El Ajax, relajado y dispuesto a sacar partido a una pandilla de buenos futbolistas; Roy y Bergkamp, sobre todo. No ocurría nada especial, aunque el Ajax parecía contar con más recursos para abrir pasillos. La facilidad venía por los problemas del Madrid para detener sus limpias combinaciones. Luego, estaba la dificultad mayor: la pesadez de los defensas locales para mover el balón. Son jugadores sin manejo, con el pie de madera. Sus carencias son un crimen en el fútbol de hoy, en el que la presión defensiva comienza en el área de enfrente. Si te encuentras a unos zagueros con la pata de palo, sólo hay que esperar el momento.
Bergkamp sacó chispas a la flojera técnica de Nando y Hierro. Es el tipo de jugador que deshace un partido con cuatro detalles. Tiene gol, llegadas desde atrás, regate largo y salto. Además, es listo. Está en el mercado desde hace un par de años y continúa en Holanda. Alguien debe de tenerlo atado y no lo dice. Su categoría no exime a Nando y Hierro de sus errores. Nando se puso el graderío en contra en su primer partido en Chamartín. Corre el riesgo de generar el Segundo síndrome Spasic. Se empieza por enfadar y se termina por hacer reír. En medio, una carrera se va al garete. Es la trayectoria que sigue Nando, perjudicada además por la cifra que costó. El defensa ya es el pim, pam, pum de la afición.
Cuando el partido estaba todavía indefinido, a Nando se le ocurrió hacer el Tancredo con la pelota junto a su área como si tuviera un kilo de dinamita. Bergkamp pasó por allí, se la llevó y le hizo un globito a Jaro, que siempre tiene un aire ausente. Luego, Hierro hizo todo lo que sabe en dos minutos. Primero, agarró un zapatazo monumental que estuvo a punto de sorprender a Menzo. Después, se volvió Nando y dejó el balón a Bergkamp junto al área. El holandés pasó como un tiro entre Chendo y Nando -la cintura inmóvil, la pierna de escayola- y repitió ante Jaro. Más tarde, cuando el partido jugaba eso que llaman los minutos de la basura, el delantero del Ajax completó la faena con un gol que sacó los colores del portero, tan pobre con el pie como sus dos compañeros. Jaro se encontró con una cesión y tuvo que mover la pelota. Un desastre. Bergkamp se la quitó como un raterillo y marcó. Al árbitro le dio pena y anuló el gol entre las risitas de los aficionados.
Los espectadores terminaron por tomarse a chacota el juego del Madrid. La emprendieron con Mendoza y Nando y, después, con Prosinecki sin saber que éste se halla atado por la presencia de Hierro en el medio campo. Hierro echa el ancla en el círculo grande y sólo se preocupa de su pelotazo y su cabezazo. Por lo demás, es un peso muerto. Prosinecki nunca le encuentra y se pierde. Pero, a veces, se saca algo de la manga. El único gol del Madrid llegó tras una jugada magistral del centrocampista: una carrera que comenzó entre las protestas del público, que silbó su primer regate, abroncó el segundo y se tuvo que tragar el abucheo cuando Prosinecki llegó hasta la línea de fondo y tiró el balonazo atrás. Menzo no pudo detenerlo y allá entró Luis Enrique. El árbitro echó su enésimo capote al Madrid y pitó penalti. Más risas en el graderío. El Madrid estaba en la camilla y el público no quería hacer más sangre. Sabe que no tiene ninguna grandeza y que agoniza en estos momentos. La hinchada lo sabe. Pasó de la bronca a la ironía. Los funerales con una sonrisa son más llevaderos.
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