_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pesadilla de una noche de verano de Woody Allen

Éste ha sido un verano extraño para los neoyorquinos. En lugar de calor ha hecho un frío espantoso, la gente ha estado engullendo sopa y llevando abrigos y jerséis la mayor parte de julio y agosto. Todavía más extraña ha sido la pesadilla de una noche de verano de Woody Allen. Woody-y Mía Farrow forman parte de la mitología de la ciudad: todo el mundo conoce a alguien que ha salido con Woody o con Mía o que les conoce; tres de sus películas, Annie Hall, Manhattan, y Hannah y sus hermanas nos recuerdan a los neoyorquinos la forma romántica en que nos gusta vernos -magníficas tomas de la ciudad, y mucho Gershwin-. El héroe neoyorquino por excelencia de Woody Allen -su macho neurótico y lleno de dudas sobre sí mismo- tiene un cierto encanto estrafalario en sus tropiezos con el amor; y aunque la mayoría de los directores de cine coetáneos de Allen han imbuido a sus películas de una mayor humedad sexy, Allen se ha mostrado casi puritano en su interpretación del amor, ambigua y no erótica. El que Woody Allen fuera acusado de abusar sexualmente de su hija adoptiva de siete años, Dylan -supuestamente su favorita-, causó sensación en Nueva York.Cuando Woody Allen puso fin a la primera de sus conferencias de prensa, en la que ofreció su versión de la pesadilla de una noche de verano de Woody y Mia, lo hizo con un comentario muy suyo: "Mi única aparición pública en muchos años, y todo son frases sin gracia". La amargura de Woody es auténtica, su vida personal y su carrera se hacen pedazos en su cabeza. Desgraciadamente, en la mayor tragedia real de su vida, sigue siendo Woody Allen, el director que examina su actuación. Cuando el hijo de Marlon Brando tuvo problemas, MarIon no se enfrentó a la situación como Marlon, el mejor actor de Estados Unidos, sino como Marlon, un padre con éxito y poder. No podía reparar el hecho de que su hijo hubiera matado al novio de su hermana, pero optó por la discreción: eligió a abogados duros sin relación con el mundo del cine y no hizo súplicas a la opinión pública.

En este drama, las tres personas encargadas de la dirección de escena -Mia, Woody y el abogado de Mía, Allen Dershowitz- son gente con talento que han perdido todo sentido del límite entre el cine y la vida real; que no distinguen entre lo privado y lo público. En un caso tan delicado como éste, que implica a una familia de 11 hijos en lo que podrían llegar a ser traumas permanentes, Mia Farrow debería haber tenido la sensatez de no recurrir al extravagante Dershowitz, especializado en defender a criminales famosos como KIaus von Bulow o Mlke Tyson.

Dershowitz es brillante. Lo sé muy bien -mi marido, que murió muy joven, fue profesor suyo y era su mejor alumno de derecho criminal- La primera carrera de Dershowitz fue la de profesor de derecho de Harvard. Al igual que Woody Allen, procede de una familia pobre de Brooklyn: se hizo querer por sus profesores llevando a clase comida casera, como se la hubiera preparado su madre. Pero aquello eran otros tiempos y otro lugar; con los años, Dershowitz se convirtió en un famoso abogado de los medios de comunicación. Cuando se metió en el rodaje de Revés defortuna -basada en un libro escrito por él, destinado al autobombo y en el que se da a sí mismo el papel del hero Ico abogadoacerca de su defensa de Klaus von Bulow, muchos de sus colegas se horrorizaron ante su falta de ética personal. Aunque la evidencia contra Von Bulow no era concluyente desde un punto de vista legal, Dershowitz estuvo totalmente fuera de lugar al crear para la película un retrato sesgado de la mujer de Bulow, Sonny, que está en estado de coma permanente.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No conozco a nadie en Nueva York que sepa de verdad si Woody Allen abusó sexualmente de su hija adoptiva de siete años, Dylan, su favorita; a veces los cargos de abuso sexual son reales, pero con frecuencia son estratagemas legales en feas batallas por.la custodia de los hijos. Entiendo que Mía se sienta ultrajada porque Woody se escape con su hija adoptiva, Soon-Yi Farrow Previn, que tiene 18 años, no 21, y com-orendo su furia -le arrojó una silla y le propinó unos puñetazos- al descubrir unas fotos de Woody en las que su hija aparecía. desnuda (que fueran de buen gusto o pornográficas no viene al caso). Lo que Mía no debió hacer nunca es permitir que se filmara -y se filtrara a la prensa- un vídeo de su hija adoptiva de siete años en el que acusa a Woody, su padre adoptivo, de haber abusado sexualmente de ella. Pero Mía, al igual que Woody Allen, y que Allen Dershowitz, es víctima de su megalomanía e irrealidad.

Irónicamente, por fin Woody, que ha huido siempre de la madre judía, la consumidora voraz, ha conocido a su igual en Mía, la especie de niña abandonada, no judía; en su insaciable afán por tener más y más hijos -ahora considera insuficiente su clan de 11, entre verdaderos y adoptivos-, Mia ha acabado transformándose en la imaginación de Woody en ese monstruo materno inflado con helio que flota sobre Manhattan en su película Historias de Nueva York.

Si Woody Allen hubiera sido tan sutil como Marlon Brando -que se enamoró de Ellen Adler, la hija de la actriz Stella Adler, quien tuvo una tremenda Influencia profesional y personal en la creación del estilo de Brando como actor- se habría limitado a desaparecer con Soori-Yi, pero sin enfurecer a Mia al exigirle descaradamente la custodia de su hijo Satchel y de sus dos hijos adoptivos mientras la atacaba como si ella fuera la mala. Eso es sencillamente increíble.

Los que conocen a Woody Allen se han preguntado por qué su terapeuta -Woody siempre está analizándoseno ha tenido más influencia sobre él a la hora de orientarle en este lío. Pero en la película Delitos y faltas, Woody Allen demostró que su hacer cinematográfico es más poderoso que Freud. El terapeuta en la película es un freudiano real y famoso, el doctor Martin Bergman, quien -probablemente por culpa de la vanidad- se dejó estúpidamente influir para hacer el papel de sí mismo, rompiendo así el código de una profesión cuya ética exige que los profesionales permanezcan en el más estricto anonimato. Si Woody puede influir en un famoso terapeuta y conseguir que se convierta en un simple coquetón para su película, ¿cómo podría su propio terapeuta seguir teniendo el poder para influir en él?

Mientras el drama personal de Mía y Woody va descubriéndose en la prensa, en las presentaciones a los medios de comunicación se puede ver la versión cinematográfica Maridos y mujeres, protagonizada por ambos, y comparable a la realidad. Woody ha hecho la mayoría de las películas suyas y de Mía con actuaciones en familia; con Mía, además de una familia real, tiene una familia de actores.

El territorio por el que los dos están luchando abarca no sólo a sus hijos verdaderos, sino también el terreno de la imaginación del Woody que se ha visto desesperadamente enmarañado con Mía y sus hijos. Si Woody permite a Mía quedarse con todos sus hijos, ¿no perderá también el mundo imaginario que ha creado con ella?

En lo que Mía, Woody y Allen Dershowitz se han equivocado es en confundir la moral y la ética con el sexo, las mentiras y las cintas de vídeo.

Barbara Probst Solomon es escritora y periodista estadounidense.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_