El castigo a la 'osadia' de Kazuko
Una joven política japonesa, amenazada por denunciar las vejaciones sexuales de un colega
"¿Y si te violamos, te hacemos una foto y la exponemos por toda la ciudad?", preguntó de madrugada una voz desconocida en el teléfono. Luego colgó.Kazuko Kitaguchi recibe muchas llamadas como ésta últimamente. La vida de esta mujer de 33 años, miembro de la Asamblea de la Prefectura de Kumamoto, una ciudad situada en la isla japonesa de Kyushu, se ha convertido en un infierno. "No me atrevo a salir de noche. Mi casa está rodeada de gente con linternas y cámaras de vídeo", asegura. Ni siquiera puede ir a trabajar: en la puerta de su despacho la esperan derechistas armados de altavoces que lá insultan llamándola "la vergüenza de Kumamoto". Todo porque se atrevió a denunciar a un colega de la Asamblea por vejaciones sexuales.
Sus tribulaciones comenzaron hace 18 meses, cuando decidió presentarse para su actual cargo con una campaña electoral basada en la defensa de los derechos de la mujer. Sus carteles electorales eran arrancados y recibía constantes amenazas e insultos telefónicos por atreverse a entrar en un mundo reservado a los hombres: la política.
Las cosas empeoraron tras la elección. Cuando ya ocupaba su cargo, asistió a una cena en la que, entre otros políticos locales, se encontraba Mitsunori Baba, miembro del Partido Demócrata Liberal, formación que gobierna en Japón. Según Kazuko, cuando terminó la cena se despidió de Baba con la tradicional inclinación de cabeza. Como respuesta recibió un fuerte golpe en el pecho. Mientras Kazuko gritaba de dolor y el resto de los comensales intentaban sujetar a Baba, éste agarró uno de los senos de Kazuko y lo retorció con fuerza chillando: "¡Esto es lo que os merecéis vosotras, las mujeres!". Sus dedos dejaron marcas moradas en la piel de Kazuko durante días.
Kazuko esperó en vano una disculpa y finalmente llevó el caso a los tribunales. Baba se justificó diciendo que quería palpar el material del quimono de Kazuko. Difícil empeño, ya que ella llevaba un traje de corte occidental. El fiscal consideró que Baba había realizado un acto violento, pero le dejó en libertad sin cargos por entender que el agresor estaba bajo la influencia del alcohol.
Humillada, Kazuko intentó que la Asamblea de Kyushu aprobase la creación de una línea caliente en la que las mujeres pudieran denunciar los abusos sexuales. La Cámara -mayoritariamente masculina- no sólo no aprobó la idea, sino que la reprendió severamente por sacar al estrado temas escabrosos y emplear un lenguaje insultante". Al día siguiente empezaron las llamadas.
Kazuko Kitaguchi está en contacto con un grupo de Tokio para los derechos de la mujer. "No sólo yo tengo este problema. Le ocurre a miles de japonesas", asegura. Mientras, pasa la mayor parte del tiempo encerrada en casa. "Me siento como un niño al que sus compañeros han pegado en el colegio y que no quiere volver a clase", explica.
La prensa nipona se ha ocupado ampliamente del caso, que parece haber sido la espoleta para que varias asociaciones de mujeres empiecen a denunciar lo extendido que está entre los varones japoneses abusar de sus esposas en nombre de la tradición.
Además, el número de denuncias de acoso sexual en empresas occidentales filiales de compañías japonesas está aumentando. Incluso una compañía editó un vídeo para que sus empleados masculinos aprendan cómo pueden evitar que sus compañeras les acusen de acoso sexual.
Copyright EL PAÍS / The Independent.
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