El nuevo 'estrecho' de Martorell
Empresas subcontratistas de Seat agreden a magrebíes por quejarse de su trabajo
Las difíciles condiciones de vida de un grupo de 70 inmigrantes magrebíes que trabajan en la factoría de Seat-Volkswagen de Martorell no tienen nada que envidiar a las que el periodista alemán Günter Wallraff describía en su libro Cabeza de turco. El trato infrahumano que soportan, con semanas laborales de sesenta horas y sin jornada de descanso, ha llevado a algunos de ellos a reclamar a la empresa un contrato laboral que regule sus condiciones de trabajo.
La contestación, no podía ocurrir de otra forma, ha sido contundente: los capataces de la empresa han llegado a la agresión fisica. Como consecuencia de estas agresiones, uno de los empleados ha denunciado el hecho ante la Guardia Civil, convencido de que pagar un jornal no da al encargado derecho a gopear a los empleados.Desde hace unos dos meses el grupo de magrebíes trabaja para una de las cuatro empresas subcontratadas por Seat-Volkswagen para realizar las labores de limpieza y pintura de las instalaciones que el fabricante de vehículos posee en el municipio de Martorell. Los representantes de CC OO, sindicato que ha asumido la defensa de estos trabajadores, pretenden normalizar sus condiciones laborales y conseguir que se apliquen las cónidiciones recogidas en el convenio de la construcción, sector al que pertenecen las empresas. La central sindical ha denunciado en la Inspección de Trabajo a varias sociedades por conducta racista y ha hecho público el nombre de algunas de ellas como Dietrich, Quesada; Crisamunt, Cabezas y Seny.
Ilegales
Entre las muchas acusaciones que pesan contra esta maraña de firmas subcontratadas que emplean a magebríes figura la de cesión ilegal de mano de obra, lo que en realidad sólo es el principio de un rosario de irregularidades.
Los sindicatos mayoritarios pretenden conseguir que los derechos laborales se apliquen a todos los trabajadores, independientemente de la nacionalidad que figure en su pasaporte o el idioma en el que se expresen.
Cuando llegarón a este país sabían que tendrían que trabajar duro olvidándose de lo que significa tener tiempo libre. Sin embargo, sus,Jornadas laborales se prolongan de lunes a domingo durante 59 horas semanales y su nómina mensual oscila entre las 80.000 y 90.000 pesetas, en lugar de las 210.000 que les correspondería según el convenio.
El trato vejatorio que los encargados inflingen a los magrebíes incluye en ocasiones las amenazas con arma blanca y bofetadas como las denunciadas en el cuartelillo de la localidad. El comportamiento de los encargados, a quienes describen como "personas muy duras y con abundantes tatuajes en los brazos" recuerda más al de los capataces de épocas aparentemente superadas.
Con temperaturas superiores a los 30 grados, se les controla el número de veces que salen a beber agua y les sancionan descontando tres horas del salario a los que son sorprendidos fumando un cigarrillo en el exterior de la fábrica.
El deseo profundo de estos inmigrantes es acceder a un empleo estable y regularizado que les permita iniciar una nueva vida.
Para algunos de ellos, ésta es la justa compensación "tras arriesgarnos a atravesar el estrecho en condiciones muy duras", según explica uno de los trabajadores que oculta su identidad por temor a las represalias.
Su condición inmigrante les convierte con frecuencia en el blanco de quienes consideran que los convenios colectivos son sólo de obligado cumplimiento para los ciudadanos de un determinado color de piel o nacidos dentro de unas fronteras determinadas.
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