Dos mujeres policías ayudaron a una prostituta a dar a luz en una oficina
María P. se había dado una vuelta por la calle de la Ballesta, su lugar de trabajo habitual, el domingo por la noche. Tenía intención de conseguir algún dinero, pero no hubo suerte. En plena calle, su embarazo de 36 semanas amenazó con terminarse. Y se fue a unas oficinas que tiene la Policía Municipal en la misma calle. Dos mujeres policías tuvieron que arremangarse y servirle de comadronas. María tuvo a su bebé allí mismo.
María P, de 31 años, estaba adormilada ayer en su habitación del hospital Gregorio Marañón. "Me encuentro bien" decía silabeando con cierta dificultad. "¿Y el niño?¿" "Mi hijo está mejor. El médico me ha dicho que nació con el hígado grande".
La mujer, de tez morena y el pelo color pajizo decolorado, habla como una madre experimentada: "Se adelantó. No nació con nueve meses, sino con 36 sernanas". Al menos dos semanas de antelación. María esperaba parir en la clínica Montesa, el sitio donde nacieron sus otros dos hijos: una niña de 11 años y un chico de cinco.
Su tercer parto no ocurrió en una clínica, como los otros dos, sino en unas oficinas que la Policía Municipal tiene en la calle de la Ballesta, donde ella vive y trabaja. Esa tarde, la mujer -"no ponga mi nombre, por favor, tengo familia en Madrid y no saben a lo que me dedico"- bajó de su casa y quiso trabajar, pero no pudo. Dice que vive con su novio, el hombre que es también el padre de sus otros dos hijos.
Comadronas uniformadas
El domingo, cuando estaba dando vueltas por la acera, ya notó los síntomas del parto y las contracciones en plena calle de la Ballesta. "Ya sabía lo que me pasaba. Pero no tenía nada de dinero y por eso acudí a la policía. Tengo confianza en ellos. Les conozco", cuenta.
Y se presentó a las 2.36 de la madrugada del lunes en la Unidad de Seguridad de la Policía Municipal, que tiene su sede en esa calle, en el número 9. Dos mujeres policías, Carmen y Gloria, la examinaron y se dieron cuenta de que estaba a punto de dar a luz, Ni siquiera había tiempo para llamar a una ambulancia que pudiera evacuar a la mujer.
La versión que ofreció el cuerpo ayer -las agentes no quisieron hablar con los medios de comunicación- es que ellas mismas tuvieron que atender el parto y se convirtieron en comadronas improvisadas.
El niño, como recuerda su madre, peso poco al nacer, 2,600 kilogramos, y vino al mundo sin complicaciones aparentes. Las enfermeras uniformadas tomaron a su hijo en brazos y le anudaron el cordón umbilical. "Lo hicieron con cordones de zapatos", recuerda María, sonriendo. La nueva madre pudo llegar a alumbrar la placenta al hospital en un coche patrulla.
María, una gallega de Vigo que se crió en Madrid, comentaba ayer que se encuentra bien y que no se pincha droga ni está infectada por el virus del sida. "Y me quedaré con el niño", dice rotunda.
"Cosas íntimas"
Ayer a mediodía estaba sola en su habitación, dormitando. Su hijo no estaba con ella, pero su novio había acudido a verla. Respondió con un terco silencio cuando se inquirió por qué su compañero no la auxilió cuando se puso de parto. Sus hijos no saben que tienen un nuevo hermano. "Ahora los tengo fuera de Madrid", asegura; "se lo he querido ocultar". Cuando se le pregunta por qué, responde: "Cosas íntimas".
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