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Mercè Sala ya controla

La presidenta de Renfe prosigue sin sobresaltos sus prácticas de conducción de trenes

Javier Casqueiro

Mercè Sala, de 48 años, presidenta de Renfe, acudió ayer a pie desde su casa hasta la estación madrileña de Príncipe Pío. Allí se montó en el tren de cercanías de las 8.50, accedió a la cabina, tomó los mandos del convoy y lo condujo sin ningún problema hasta la estación de Chamartín, donde tiene su despacho. Como casi todos los miércoles, y muchos martes y jueves, desde hace algunos meses. Los pasajeros no apreciaron novedad alguna. El tren llegó a Chamartín incluso antes del horario previsto. Sala mantiene que es bueno bajar a la arena y comprobar sobre las vías cómo funcionan todos los sectores de la compañía. La presidenta sostiene que entender este hecho de otra manera es "malintencionado, malicioso, morboso y machista". Dos periodistas de EL PAÍS la acompañaron en su viaje de ayer.

El viaje fue sobre ruedas, en todos los sentidos. Mercè Sala, como presidenta del metro de Barcelona, ya había llevado en alguna ocasión trenes suburbanos. El verano pasado, en Port Bou, un conductor la invitó a hacerse cargo del convoy. Es algo tradicional que ha sucedido con anteriores presidentes de Renfe (Julián García Valverde, Leopoldo Calvo Sotelo o Ignacio Bayón).Sala asegura incluso que Leopoldo Calvo Sotelo condujo un tren en una ocasión hasta Burgos.

Aquella prueba veraniega le gustó a Mercè Sala. Otros conductores volvieron a plantearle el ofrecimiento en viajes posteriores, y Sala aceptó de nuevo los sucesivos retos. Ante esta situación, la presidenta de Renfe decidió "normalizar" su acreditación personal para conducir trenes. Para ello se puso a las órdenes del director de recursos humanos del departamento de tracción de la compañía que ella misma preside, Juan Fernández, y de un técnico que la ha acompañado en exclusiva desde hace nueve meses.

Sala reconoce que al principio cometió varios fallos de conducción. "Lógicos, y que le pasan a todo el mundo cuando empieza", matizan los técnicos. Una vez frenó algo tarde, y el primer vagón se salió "un poco" de la estación. En los primeros viajes también fue a menos velocidad de lo normal. Ahora ya no. "Se conoce perfectamente la vía", apuntaron ayer sus acompañantes. Sala así lo demostró. No hubo frenazos intempestivos ni bandazos incontrolados.

"Porque soy mujer"

A la salida de Majadahonda, donde el miércoles pasado algunos usuarios plantearon quejas por la lentitud, no pudo sobrepasar los 30 kilómetros por hora porque se están efectuando unas obras sobre un puente. "Es normal que los usuarios se quejen, porque no conocen lo que sucede; pero algunas de las críticas (véase EL PAÍS del pasado jueves) eran porque soy mujer; si fuera hombre, nadie habría dicho nada", explica Sala mientras acciona el volante de tracción que sirve de acelerador y pisa continuamente el hombre muerto.

El hombre muerto es un pedal de autoprotección que avisa al conducto r periódicamente de todos los detalles que se le pasan. Este seguro de vida frena automáticamente el tren si no es apagado cuando suena.

Conducir un cercan as parece fácil desde fuera, y también desde dentro. Sala únicamente tiene que manejar, durante su conducción, seis aparatos. "Todo está muy automatizado", afirman al unísono Sala y sus colaboradores. ¿Está perdiendo sentido entonces el oficio de maquinista? "Claro que no", se apresura a precisar; "lo que pasa es que están preparados para cuando surgen imprevistos, incidencias y para actuar casi de mecánicos".

En el viaje de ayer no cabía más gente en cabina. Además de Mercè Sala, a los mandos estaba el propio Juan Fernández, quien le firmó hace tan sólo 22 días (el pasado 17 de junio) las autorizaciones para conducir unidades 440 (las viejas de cercanías) y 446 (las nuevas); y también el técnico habitual, un miembro del gabinete de prensa, el maquinista y los dos informadores.

Sala salió de Príncipe Pío a la hora en punto, y llegó a Chamartín con dos minutos de adelanto sobre el horario previsto, que está fijado para tardar 43 minutos. El principal problema del trayecto se presentó en Chamartín, donde todavía no se había marchado de la vía el tren anterior, por lo que la presidenta tuvo que detener su unidad muy atrás.

Pocos viajeros

Los viajeros, muy pocos a esa hora y totalmente desavisados sobre la identidad de la conductora, tuvieron que andar un poco más de lo habitual para acceder hasta el vestíbulo interior de la estación.

Sala mantiene que es normal saber en persona todo lo que sucede en la compañía, incluso lo que les pasa a los maquinistas. La presidenta desayuna todos los días, cuando está en Madrid, en el comedor social que los trabajadores han bautizado como El Guárrinton.

La presidenta insiste en que "no es noticia" que conduzca cercanías, y descifra, del fondo del asunto, que se ha desmesurado porque es mujer. Sala recuerda incluso en este sentido que una usuaria la criticó hace meses en una carta al director publicada en El Mundo.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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