_
_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Separación pacífica

EL ANUNCIO hecho por Klaus y Meciar, los dos triunfadores en las elecciones del pasado 6 de junio, de que se han puesto de acuerdo para realizar pacíficamente la partición de Checoslovaquia ha causado preocupación en los Gobiernos europeos. Dos años y medio después de la revolución de terciopelo, que puso fin al régimen comunista y que llevó a Havel a la presidencia de la República, hay en Europa un sentimiento de inquietud ante la conmoción que sacude a Checoslovaquia. La esperanza de que el proceso sea pacífico y ordenado, en contraste con lo que ha ocurrido en la antigua Yugoslavia, parece fundada. Pero la separación, incluso sin violencia, es un paso negativo, tanto para los principales interesados, checos y eslovacos, como para la seguridad y estabilidad de Europa en su conjunto.El determinante de la ruptura es el triunfo del nacionalismo eslovaco en las últimas elecciones, en las que el Movimiento para una Eslovaquia Democrática (HZDS), dirigido por Meciar, obtuvo el 30% de los votos con un programa que exigía la plena soberanía, una Constitución y un presidente propios y una presencia en la vida internacional.

Esta posición fue apoyada por otros partidos, sobre todo de izquierda, y refleja seguramente la opinión de la mayoría de los eslovacos. Pero la idea de Meciar no era una separación inmediata; evitó hablar de independencia y más bien aspiraba a una confederación laxa, con competencias en economía y defensa. Ante esta posición de Eslovaquia, Klaus y su Partido Democrático Cívico (ODS) se han negado a aceptar una fórmula ambigua. Su política es integrarse mediante una terapia de choque en el sistema capitalista de Europa occidental, y consideran que el atraso de Eslovaquia es, en alguna medida, un impedimento para ello. Su tesis es que, si no es posible una federación racional, con una política común, vale más la partición en dos repúblicas independientes.

Así, sin que ni checos ni eslovacos hayan manifestado una voluntad neta de separarse, se encuentran ante la inminencia de la partición. El acuerdo Klaus-Meciar es, por ahora, entre los partidos que ellos encabezan. De aquí al 30 de septiembre, los dos Parlamentos nacionales (checo y eslovaco) deben ponerse de acuerdo para "definir la estructura del Estado". Meciar y Klaus se comprometen, si se llega a la creación de las dos repúblicas, a mantener entre ellas "relaciones de amistad y buena vecindad, formas de cohabitación y un marco de cooperación". En teoría quedan, pues, abiertas diversas hipótesis. Sin embargo, un dato significativo es que tanto Maus como Meciar van a encabezar, respectivamente, los Gobiernos checo y eslovaco. En realidad, la política se está haciendo ya con dos polos, Praga y Bratislava. En cambio, el Gobierno federal pactado tendrá pocos miembros y competencias reducidas, y una duración limitada a algunos meses.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Desde el punto de vista de Europa, existen serios motivos de preocupación ante esta nueva etapa que se inicia. Por un lado, partir en dos un Estado, con una economía integrada, es un proceso complejo, largo, y que inevitablemente engendra inestabilidad. Para Eslovaquia, cuya situación económica es ya angustiosa, con un fuerte paro, la separación sólo puede empeorar las cosas. Puede considerarse que los nacionalistas se han salido con la suya, pero es posible que la población tenga que pagar un alto precio por ello. No sólo económico. Una Eslovaquia independiente habrá de enfrentarse a sus propios problemas de minorías. La inquietud manifestada por la húngara (compuesta por unas 600.000 personas) no es baladí; sus derechos al idioma y a la cultura propios pueden verse amenazados. La exigencia de que se hable exclusivamente eslovaco fue expresada en la campaña electoral nacionalista. El Gobierno de Budapest se muestra inquieto; un conflicto de ese género en Eslovaquia estimularía reacciones nacionalistas húngaras en otras minorías, como Voivodina (en Serbia) o Transilvania (en Rumania). Se perfila así en el horizonte la amenaza de un rebrote del tema más escabroso: la revisión de las fronteras.

Checoslovaquia y Havel han sido, en la evolución de los países ex comunistas, el punto de referencia más sólido de un camino de sensatez y democracia. Pusieron en marcha, con Polonia y Hungría, una alianza de los países más próximos a la CE, como factor de seguridad en una parte de Europa sujeta a crecientes conflictos. Pero la zona de las tormentas parece extenderse.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_