Apatía blindada
EL ASESINATO del palestino Atef Bseiso en París, el pasado domingo, ha dado a Yasir Arafat una nueva oportunidad para acusar a Israel de usar el largo brazo del Mosad con fines electorales. Los palestinos sostienen que el Gobierno de Shamir quiere ganar votos demostrando una eficacia mortal en la implacable guerra contra la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). Shamir, por supuesto, ha ridiculizado tal acusación, pero, aun en el hipotético caso de que se descubra que, efectivamente, Israel es culpable del crimen y está intensificando sus operaciones en el sur de Líbano para resaltar la cuestión de la seguridad nacional en la campaña electoral, los supuestos esfuerzos del Gobierno del Likud, están resultando vanos: si hay algo claro en la recta final de las elecciones es el desinterés de los israelíes frente a lo que se perfila como una votación decisiva para el Estado de Israel.La pesadilla de Shamir y de sus rivales laboristas, encabezados por Isaac Rabín, no es en estos momentos la guerrilla palestina ni la rebelión en los territorios árabes ocupados. Tampoco el poder de las fuerzas proiraníes, que, con la bendición de Siria, están demostrando la vulnerabilidad de la llamada "zona de seguridad" en el sur de Líbano. Lo que más preocupa al Likud, a los laboristas y a toda la clase política del Estado israelí son las consecuencias del letargo colectivo. Los partidos dicen que responde en parte a deficiencias atribuibles a la falta de fondos, pero lo cierto es que lo que hay en Israel es apatía. Sus ciudadanos están cansados de consignas, sobre todo cuando se tocan temas de política internacional.
Es muy poco probable, sin embargo, que esta fatiga se traduzca en absentismo. Según la mayoría de las encuestas, la concurrencia a las urnas el 23 de este mes va a ser la normal. El peligro radica en el hecho de que, a falta de ofertas interesantes, el electorado no consiga derrotar el inmovilismo de la política israelí. Si en algo parecen estar de acuerdo los analistas políticos de Israel es en que, al paso que van la cosas, el resultado será un Gobierno de coalición con el penoso proceso de negociación que su formación implica. Una italianización de las elecciones israelíes dará mas peso a los pequeños partidos religiosos y de izquierda, pero el producto final puede volver a dotar a los israelíes de una nueva torre de Babel en momentos en los que el proceso de paz en Oriente Próximo necesita más que nunca una clara definición de Tel Aviv.
La víctima de un nuevo parón político no va a ser solamente el frágil proyecto de paz iniciado en Madrid en octubre pasado. Bajo el peso de la discordia van a sucumbir también las aspiraciones de, los israelíes, agobiados por los problemas económicos, así como las ilusiones de ciudadanos hastiados por la corrupción o las de los inmigrantes decepcionados por la falta de vivienda y empleo. En gran medida, Shamir y Rabín han dejado de interesar a un electorado disciplinado y con tradición democrática. Para una buena parte de Israel, ambos representan en alguna medida las dos caras de una vieja moneda. Una imagen similar a la que de ellos tienen los árabes que viven bajo su ocupación.
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