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GENTE

Bodas de plata en Copenhague

La "hermosa reina Sofía de España" despertó la atención de los cronistas daneses, que ayer reflejaban la cena con que la reina Margarita II de Dinamarca y su esposo, el príncipe Enrique, celebraron la víspera del 25º aniversario de su boda, el 10 de junio de 1967. La sencillez de la reina Sofía, con un traje color marfil bordado y con sobrefalda de encaje, destacaba entre los rojos, verdes y azules de las invitadas reales, entre ellas la reina Beatriz de Holanda y las parejas reales de Noruega y Suecia. Federico de Dinamarca, heredero del trono, con 24 años y uniforme de húsar, dio galante el brazo a la reina Sofía, que tuvo a su derecha en la cena al ministro liberal de Agricultura, Lauritz Thornaes. Del brazo de la reina madre Ingrid, que armonizaba sus 82 años con el satén rojo y los brillantes de su tocado, el rey Juan Carlos se sentó a la izquierda de la pareja real danesa en el palacio de Kronborg. No había fantasmas, como en los castillos hamletianos, sino que habían desaparecido detrás de los tapices para dejar paso a los 17 cocineros y 44 camareros que atendieron además al Gobierno danés, a industriales, representantes de las autonomías de Groenlandia y de las islas Feroe, y a amigos personales de la reina Margarita 11. El príncipe consorte, Enrique, el gourmet de la familia según su esposa, seleccionó el consomé, el lomo asado a la sal y los profiteroles del postre, regados con vinos de su propia cosecha en Cahors, Francia. A la manera danesa, el banquete estuvo salpicado de los inevitables discursos, brindis y nueve hurras de honor, primero a cargo del jefe del Gobierno conservador, Poul Schlüter, y después del heredero al trono, Federico, de la reina madre, Ingrid, y finalmente de los esposos reales.La prensa nacional publicó ayer escasos detalles de la cena, que terminó tras el cierre de las redacciones, pero destaca la "bella sencillez" de la reina de España y el hecho de que se encontrara con su hermano, Constantino de Grecia, casado con la hermana menor de Margarita II. Tampoco pasó inadvertido para la prensa local el gesto cariñoso del rey Juan Carlos hacia un fotógrafo español cuando llegó ayer tarde con su esposa a la residencia regía de verano de Frendesborg, donde se alojan hasta mañana.

La Infanta Cristina pasó ayer un día de turismo y compras por la Exposición Universal de Sevilla. Acompañada por el comisario general de la muestra, Emilio Cassinello, visitó la exposición Arte y Cultura en torno a 1492, el pabellón de Marruecos, el edificio Plaza de América -que agrupa en un sólo pabellón a la mayoría de los países latinoamericanos y el pabellón de Australia. En el pabellón marroquí, donde coincidió con Carmina Ordóñez, la infanta fue obsequiada con el tradicional té de menta, pastas y zumo y una cajita de marquetería artesana. Un libro y tina medalla de la República Dominicana, una flauta tallada de Bolivia, rosas y café de Colombia fueron otros de los obsequios recibidos por la Infanta. Sin embargo, doña Cristina no se fue de la Expo sin comprar un Curro, el pájaro mascota de la muestra, un vídeo-recuerdo, camisetas, llaveros y bolígrafo. La Infanta, que coincidió con Simeon de Bulgaria en la exposición Arte y Cultura en torno a 1492, almorzó en la Expo antes de salir hacia Madrid, donde recibió el premio Francia por su contribución a la difusión de la imagen de este país por el mundo.

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