La cultura de la satisfacción
En fases de debilidad como la actual, los bolsistas se escinden entre los partidarios de la intervención concertada de las instituciones -apoyada desde el banco emisor- y los despachos liberales defensores de la excelencia schumpeteriana. Para estos últimos, sólo la suma de salvaciones individuales conduce a la salvación colectiva."Si se destruye la clase ociosa, se destruye la civilización", sentenció J. P. Morgan ante congresistas norteamericanos. Al pedirle explicaciones, sus atónitos interlocutores obtuvieron esta respuesta: "Ociosos son todos los que pueden permitirse pagar una sirvienta". El legendario banquero, con argumentos paradójicamente cercanos al socialismo a la sueca -icadillac para todos!-, salía en apoyo de las tesis liberales en un debate sobre los límites de la intervención política en los mercados.
En su último libro, J. K. Galbraith recoge esta anécdota para ilustrar lo que llama "la cultura de la satisfacción ", que da título a la obra. Recuerda que, para Morgan, la amenaza de los políticos no era intrascendente. Sus familiares solían advertir a las visitas que no mencionasen el nombre de Roosevelt para evitarle subidas de tensión.
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