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GUERRA EN LOS BALCANES

Yugoslavia, un paisaje desintegrado

Las repúblicas de la antigua federación sólo comparten el prefijo telefónico y el amor por el marco alemán

Las repúblicas de la antigua Yugoslavia comparten el mismo prefijo telefónico internacional: el 38. Usan los mismos pasaportes de la Yugoslavia socialista y tienen el mismo amor por el marco alemán. Los viajeros de Eslovenia y Croacia, provistos de pasaportes propios, llevan todavía, por si acaso, el rojo pasaporte socialista. Pero los portadores de este documento no tienen los mismos derechos. Eslovenia introdujo visados para los bosnios, serbios y montenegrinos: 19 marcos por persona. Una familia de cuatro necesita un sueldo promedio mensual para entrar en Eslovenia. Viajar en avión de Skopie (Macedonia) a Liubliana (Eslovenia), del extremo sur al norte del país desintegrado, cuesta 300 dólares, el sueldo de varios meses.

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Antes. del embargo a Yugoslavia, esta cantidad bastaba para llegar a París o a Londres. Skopie y Liubliana están muy distantes: dos guerras de por medio, decenas de miles de muertos, ciudades y pueblos aplastados, decenas de miles de heridos, inválidos, huérfanos, millón y medio de refugiados.Eslovenia, a la vanguardia de la lucha independentista, consiguió el reconocimiento internacional después de una breve guerra mal conducida por parte del Ejército federal. Su proximidad a Italia y a Austria alienta el distanciamiento esloveno de los vecinos balcánicos.

Los 150.000 parados, aproximadamente un 15% de la mano de obra, presionan al nuevo primer ministro, Janez Drnovsek, ex presidente yugoslavo, para que busque soluciones para la reestructuración económica. Los 60.000 refugiados de Bosnia-Herzegovina en Eslovenia representan una carga económica importante para el Gobierno.

Macedonia no ha tenido ninguna iniciativa política audaz en la crisis yugoslava y, sin embargo, está presa de todas las contradicciones balcánicas, rodeada de las naciones que cuestionan su cultura y existencia, aspirando a amputarle parte del territorio. Grecia veta el reconocimiento internacional macedonio, alegando que debe cambiar el nombre. Ellos aspiran a establecer su propia autonomía política y cultural, coordinando el futuro político con los dirigentes albaneses de Kosovo. Serbia reconoce a Macedonia, pero los extremistas serbios, al igual que los griegos, niegan la existencia de esta nación.

El embargo total de las Naciones Unidas a Yugoslavia perjudica a Macedonia más que a cualquier otro país por la impermeabilidad de la frontera grecomacedonia, lo que les obliga a orientar el comercio y el transporte hacia Serbia.

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La guerra no acaba

Entre Eslovenia -colindando con Europa occidental- y Macedonia -incrustada en el corazón de los Balcanes- la guerra no acaba, perjudicando tanto a los protagonistas principales del drama bélico como a los que les ha tocado estar cerca.

Fortalecido políticamente después del reconocimiento internacional de Croacia, coronado con la entrada a las Naciones Unidas, el presidente Franjo Tudjman y su partido, la Comunidad Demócrata Croata, se sienten invencibles. En el terreno político ha comenzado la campaña electoral, apoyada por un fuerte control de la televisión. En lo militar, Croacia ha comenzado una lenta ofensiva para recuperar los territorios perdidos.

Los 60.000 refugiados en Croacia -croatas de las zonas de conflicto y los bosnios- ejercen una fuerte presión política, social y contra el régimen. "La capacidad de Croacia de absorber más refugiados está literalmente saturada", asegura José María Mendiluce, el enviado especial del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).

El descontrol de una tercera parte del territorio croata -controlado por los serbios y bajo la protección de las fuerzas de la ONU- deja a la población serbia en Croacia en manos de un régimen que apenas les garantiza la seguridad física. Muchos cambiaron su nombre para disimular su pertenencia étnica. En las ciudades cerca de la línea del frente, las atrocidades en contra de los pocos serbios que permanecen continúan. El discurso racista no es anticonstitucional.

Tampoco lo es en Serbia: el gueto dentro de Europa desde que la ONU impusiera el embargo total: económico, político, petrolero, cultural y deportivo. Slobodan Milosevic quiso convertirse en el presidente de Yugoslavia intimidando a otras repúblicas y etnias. Sus métodos agresivos, apoyados en la artillería y en los aviones del Ejército federal, destruyeron ciudades enteras y las posibilidades de convivencia de varias etnias por muchas décadas.

Serbia no tiene un solo aliado en la comunidad internacional. La agresividad de las fuerzas serbias en Croacia y sobre todo en Bosnia ha indignado al mundo entero. Tanto que las que sufren los serbios -víctimas de las brutalidades croatas y musulmanas- quedan inadvertidas.

La nueva Yugoslavia proclamada el 27 de abril, compuesta por Serbia y Montenegro, no es un territorio étnicamente homogéneo. Las minorías étnicas representan un 37% de la población. Los albaneses son los más numerosos: dos millones.

La comunidad internacional no ha alentado la independencia de Kosovo, cuya autonomía suprimió Belgrado, pero los albaneses están seguros de conseguirla. Las elecciones en Kosovo, ¡legales desde el punto de vista de Belgrado, legitimaron las instituciones políticas paralelas. Ibrahim Rugova, único candidato a la presidencia de Kosovo, obtuvo el 99,5% de los votos. Su partido, la Liga Democrática de Kosovo, ganó 96 de los 130 escaños parlamentarios. Es dificil hablar de la democracia pluralista en Kosovo, pero la homogeneización étnica albanesa en contra de los serbios es inquebrantable.

La oposición en Serbia no ha sido capaz de desequilibrar a Slobodan Milosevic; en parte, debido al control férreo por parte del Partido Socialista Serbio de los medios de comunicación; en parte, por sus propias debilidades. La oposición ha eludido definir claramente su carácter: si representa los intereses de los ciudadanos o los intereses nacionales serbios.

Fue la agresividad de los serbios en Bosnia, dirigida por el psiquiatra Radovan Karadzic, lo que desencadenó la indignación internacional y el embargo. La política croata y la serbia tienen los mismos objetivos en Bosnia: dividir étnicamente el territorio para luego anexionarlo a la madre república.

El insaciable Radovan Karadzic quiso conquistar Sarajevo, ciudad multiétnica cuya conquista implica la destrucción. Karadzic programa una sangrienta limpieza étnica de las ciudades de Bosnia oriental poblada por los musulmanes.

Los musulmanes dirigidos por el presidente bosnio Alia Izetvegovic están determinados a defender la integridad de la república, en ausencia de una patria de reserva. Cultural, lingüística y étnicamente, los musulmanes bosnios no se identifican con Turquía, país que les legó la religión, ni con el mundo árabe. Militarmente su alianza con las fuerzas croatas es táctica: defenderse de los serbios, numerosos y mejor armados. Políticamente están solos.

José Cutileiro, embajador portugués, medió en nombre de la Comunidad Europea el futuro político bosnio. Sin darse cuenta, cayó en la trampa balcánica. Accedió a la división étnica de Bosnia y a la elaboración de los mapas cantonales.

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