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Anthony Hopkins y Susan Sarandon interpretan al matrimonio Ciano en 'Mussolini y yo'

Hay programas de televisión para los que el tiempo juega a su favor. Es el caso de Mussolini y yo, la miniserie que el martes emite La 2 a las 22.00. Lo que ha ganado en estos años desde su estreno (1985) es el poder beneficiarse de la enorme popularidad ganada por Anthony Hopkins tras su papel de Hannibal Lecter en El silencio de los corderos y Susan Sarandon después de Thelma y Louise, dos de sus protagonistas.

La coproducción europeo-norteamericana costó ocho millones de dólares y fue muy criticada en su momento por lo que se consideró una visión piadosa respecto a la figura del duce. A Alberto Negrín, el realizador de esta producción -autor en 1978 de Voluntari por destinazione ignota, una crónica de la intervención italiana en la guerra civil española, no le atrae tanto el hombre político como el hombre de familia, el duce en zapatillas: "Nos interesaba el hombre, y a este hombre le hemos captado entre 1943 y 1945, el momento de la derrota". El Mussolini aquí presentado es un hombre de casi 60 años, angustiado y enfermo, que desconfía de todos, muy singularmente de su yerno, Galeazzo Ciano, casado con su indómita y querida hija, Edda.

Con esta idea en la cabeza, del declive y decadencia de la familia Mussolini, Negrín le pidió a Nicola Badalucco, coautor, con Luchino Visconti y Enrico Medio, del argumento y guión de La caída de los dioses, su participación en el guión.

La presencia de grandes actores como Bob Hoskins (Mussolini), Susan Sharandon (Edda), Anthony Hopkins (Ciano), Annie Girardot (Rachelle, la mujer de Mussolini) hizo de Mussolini y yo una de las producciones televisivas más esperadas en su día. Sin embargo, su estreno europeo y americano (en la coproducción participaron, entre otros, TVE, RAI y la norteamericana Home Box Office), si bien no pasó inadvertido, fue seguido de poco halagüeñas críticas. En parte por la ambición de la miniserie de hacerse inteligible a los públicos de ambos lados del Atlántico, y en parte por los problemas de este género, a medio camino entre el documental y el puro escapismo. Los italianos reacionaron con especial acritud ante esta nueva revisión de su pasado histórico.

El estreno norteamericano tampoco suscitó críticas amables. Pero, a pesar de que se subrayó el olor a revisionismo de este nuevo Mussolini, los reproches se centraron, al margen del grado de su fidelidad o traición a la historia, en las que después de todo son las verdaderas flaquezas de esta miniserie, más parecida a un Dallas perverso que a la rigurosa re. creación histórica perseguida.

Lo cierto es que, como ha explicado Alberto Negrín, la versión emitida en Estados Unidos por la HBO dejó irreconocible el original. El contrato firmado entre esa cadena por cable y la RAI les daba derecho a los norteamericanos a manipular el telefilme a su gusto. Según Negrín, "no se puede decir: 'aquí tienen la historia de Mussolini' y darles una especie de Dallas".

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