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VUELTA A ESPAÑA

El reloj, en marcha

La Vuelta más dura se decidirá por un margen de segundos

Carlos Arribas

Ningún corredor gana una gran vuelta sin haberse impuesto en una contrarreloj. Así dice la práctica. Melcior Mauri, en la pasada edición de la Vuelta, y Miguel Induráin, en el Tour, lo hicieron. Este año puede que ninguno de los tres favoritos gane ninguna etapa contra el crono, pero hoy, en Fuenlabrada, casi 38 kilómetros en solitario decidirán el ganador. El líder, Jesús Montoya, hizo mejor tiempo que sus rivales en la contrarreloj de Oropesa, pero esa referencia no vale. Tony Rominger corrió herido e infiltrado, y Pedro Delgado aún se mantenía a la expectativa. Entonces se hizo una selección, hoy llega la definición. En la Vuelta más dura de los últimos años se ha prodúcido la mayor igualdad. La prueba se aclarará en el llano. Los tres grandes son buenos contrarrelojistas. Las diferencias entre ellos las marcarán otros factores: la ambición, la fuerza y la moral.

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Tony Rominger es el especialista. El amante del pulsómetro, del método y de la exactitud. Ha ganado el Gran Premio de las Naciones -la prueba cumbre de la especialidad- gracias a su control del ritmo y a su capacidad de sufrimiento. Es un hombre de compromiso. Como suizo, si tiene una cita la mantiene hasta el final, sin importarle ni el cambio de condiciones ni las consecuencias. Sólo la mala forma le frena.En Oropesa, una contrarre loj de 50 kilómetros, más larga que la de hoy, cedió más de dos minutos a Montoya. Fue un día especial. Ventoso y lluvioso. Malas carreteras y multitud de curvas. Rominger, el técnico, se había caído dos días antes. Se golpeó la cabeza y estuvo varias horas sin saber dónde se encontraba. Sufrió un golpe en la rodilla que a punto estuvo de hacerle retirar. Corrió infiltrado y superó el dolor. No hizo la con trarreloj de su vida, pero se mantuvo. En la alta montaña se recuperó e incrementó sus opciones. Su punto débil puede ser la falta de ambición. "Es un gran resultado clasificarse entre los tres primeros de la Vuelta", comenta, "no creo que pueda ganarla". El suizo considera que ya ha cumplido con su contratante, lo que choca con su carácter ganador y combativo.

El día decisivo

Lo que le falta a Rominger le sobra a Pedro Delgado. El segoviano es, sobre todo, ambicioso e inteligente. Es el ciclista que sabe estar a punto en el momento oportuno. De joven se fijó una meta: ganar el Tour. Sabía que para triunfar en Francia necesitaba mejorar en la lucha solitaria. Se convirtió, tras duros esfuerzos en un hombre imbatible cuando contra el reloj se jugaba una gran victoria. Este año su mayor objetivo es ganar la Vuelta por tercera, vez. No ha hecho un esfuerzo innecesario en toda la carrera. Ha economizado al máximo en las batallas y se encontraría situado en el sitio deseado si no hubiera surgido Montoya. Ha perdido lo justo. Antes de Jerez, tenía marcado en el calendario el 15 de mayo. Sabía que ése era justamente el día decisivo.

Durante la ronda ha jugado al escondite, ha disimulado. Su mayor problema es que en Fuenlabrada no se correrán tantos kilómetros como él hubiera querido. Con las fuerzas justas, sólo 37 kilómetros no hunden al más flojo.

"Cuando tienes moral, el jersey amarillo te la multiplica por cien" opina Javier Mínguez. El director de Montoya confía en el poder mágico de la prenda del líder. Éste quizá no lo necesite. "Estoy seguro de mis posibilidades" dice sin enrojecer Monto ya. Es el que menos cuerpo tiene para la especialidad, pero se ha convertido, de repente, en un hombre importante. Consiguió el liderato precisamente en una contrareloj. Después ha aguantado y sorprendido. Ahora se lo jugará en el mismo terreno, después de la dura pelea de Serranillos. Entrará en juego el poder de recuperación, en el que Montoya es maestro.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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