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VUELTA A ESPAÑA

Montoya y Rominger arañan seis segundos a Delgado en la corta subida al Naranco

Carlos Arribas

El alavés Javier Mauleón (Clas) ganó en el alto del Naranco una etapa en la que los tres favoritos mostraron su dominio. La jornada se redujo al kilómetro final. El líder, Jesús Montoya (Amaya), y el tercero, Tony Rominger (Clas), aventajaron en seis segundos en los últimos metros a Pedro Delgado (Banesto). El maillot amarillo volvió a demostrar su portentosa facilidad de recuperación. Después de la paliza de los Lagos, le faltaron un par de metros para ganar la etapa. Los tres primeros se mantienen en menos de un minuto a falta de seis jornadas para el final.

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Los siete negritos siguen siendo tres. Montoya, Delgado y Rominger dominan la Vuelta y dominaron ayer la etapa. Ninguno se hundió en la suave subida al Naranco. Por un día, la previsión se cumplió. Sólo un puñado de segundos fue el botín de la batalla.Como un ratón que se ve en la luz de repente corrió Montoya. Sprintó en subida y estuvo a punto dé ganar la etapa. El Clas volvía a marcar el ritmo. Además mandó por delante a un gregario escalador, Javier Mauleón. Iba a actuar de cabeza de puente y a intentar el triunfo parcial. Faltaban dos kilómetros, los más duros de una subida catalogada exageradamente como de primera categoría. Delgado y Montoya iban en el grupo principal a la derecha de la carretera. Libraban una lucha particular. Como dos velocistas en la pista se miraban y se estudiaban; amagaban una pedalada más rápida, aceleraban, se paraban. Rominger marchaba por la izquierda, mecánico. Llevaba memorizadas las instrucciones: cuando llegues a esta recta, ataca. Se lanzó. No sabía lo que venía después. No pudo mantener el ritmo.

Cubino, gregario

Cubino hizo de gregario. Aumentó su ritmo. A falta de 800 metros, Delgado no aguantó más la guerra de miradas con Montoya y saltó. Alcanzo a Cubino. Se precipitó. Era el momento del líder. Su terreno. llegó facilmente a la rueda del segoviano, culebró entre el público y las bicicletas rivales y como un sprinter poderoso siguió solo. Bajo la misma pancarta alcanzó a Rominger y Mauleón. "No he ganado por culpa de los coches que seguían a los dos primeros, es una lástima", declaró.

Antes de la subida el Amaya había hecho la tarea de un equipo con sprinter. Se había escapado temprano un grupo grande y los ciclistas de Mínguez habían tomado el control del pelotón. Marcaron un ritmo medio. No muy rápido para no cazar pronto, lo que significaría nuevos saltos; ni muy lento, la anarquía. Le salió perfecto.

Las variedades tácticas de los equipos se han revelado fundamentales en la última semana de la Vuelta. El Clas planteó una fuerte lucha en el llano con el objetivo de desgastar al Amaya. Llevaba dos líderes, Echave y Rominger. El equipo de Mínguez acusó falta de fuerzas en la etapa de Covadonga. Le pesó el tener tres colocados -Montoya, Cubino y Parra- y sólo sies gregarios. El Banesto, mientras tanto, efectuó tareas de zapa, ocultas. Ocho trabajando para un hombre, Pedro Delgado.Todo está más claro para todos. Antes de la criba de Pedro Delgado en los Lagos de Covadonga, sólo se hablaba de tácticas de tres equipos. Ahora, de las fuerzas y posibilidades de tres hombres. El Amaya había afrontado los Pirineos con tres hombres bien colocados; salió de la etapa reina con tres favoritos, y de los picos de Europa, con sólo uno. Javier Mínguez ha podido dar un suspiro de alivio y comenzar a rezar.El director del Amaya guardaba como dse sus peores recuerdos la Vuelta dse 1988. La afronto con un sólo líder, Álvarez Pino, y se le vistió de amarillo Laudelino Cubino. También mantuvo a Anselmo Fuerte y a Federico Etxabe con posibilidades. "Todos a trabajar por es el líder", fue la consigna. Cubina se hundió en Cerler. Su equipo, con él. La Vuelta la ganó Sean Kelly. Este año, de repente, volvió la pesadilla: un líder sorpresa en su equipo. Comenzaron las especulaciones: ¿táctica de la tenaza?, ¿todos a rueda?,_ ¿todos al ataque?. La respuesta: libertad para los tres y el que más pueda, arriba.

La historia no se ha repetido pero ha habido momentos de duda. Montoya se ha quejado de que sus compañeros no han trabajado para él. Cubino tiene 29 años, varios fracasos en su asalto a la Vuelta y un recorrido montañoso a su medida. Ve a su compañero Montoya como un entrometido en suideal. Fabio Parra calla. Javier Mínguez suda pero sonríe. Todo está controlado. Mantiene a sus hombres en tensión, aunque corre el peligro de que se le desmanden. El domingo le llegó la respuesta a sus oraciones: sólo uno de los suyos, precisamente el líder, resistió el ataque de Delgado. La tenaza se ha quedado con un solo brazo. Igual que el Banesto. Todo funciona mejor.

Envidia de Mínguez

Mínguez envidia a su colega José Miguel Echávarri. El Banesto tiene tres líderes -Delgado, Induraín y Bernard-, pero des sufiente entidad como para tener opciones en las tres grandes rondas. Echávarri analiza los recorridos y a sus hombres, y decide. Delgado, la Vuelta; Bernard, el Giro; Induráin, el Tour. Mínguez sólo tiene hombres Vuelta, y tiene que alinearlos a todos en la ronda española. Adsemás, son de similares características: escaladores. Sólo rinden al máximo en la montaña. El director de Banesto arriesga más, se lo juega todo a una carta. Si falla, fracasa. Pero todo el equipo está concentrado en un ciclista.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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