El Estudiantes volvió a sus origenes
Estudiantes y Joventut cerrarán su balance particular en el quinto partido. Los madrileños recuperaron su identidad a fuerza de colocarse ante el peor de los escenarios posibles, que es jugar frente al Joventut desplegándose éste -a favor del viento.Fue necesario que jugadores como Winslow alcanzaran la perfección estadística o que leñadores como Pedro Rodríguez hicieran acto de fe y buscaran el rebote imposible.
El Joventut terminó a la deriva, es cierto, pero tuvo la final en su mano mientras Villacampa era dueño de sus actos y Morales un semáforo en rojo en la zona.
Ver al Joventut con viento favorable es anticipar una derrota. De sobra es conocido que el equipo de Badalona despliega majestuoso sus velas cuando dispone de las suficientes coyunturas favorables. No es su fuerte navegar en aguas tempestuosas, donde más de una vez acusa problemas de navegación y tiende a escorarse. Benigna era su situación ayer: jugaba con red (el desempate se jugaría en Badalona como mal menor) y gozaba en la primera parte de un marcador favorable (29-38). En esas circunstancias, sus jugadores tienden a exhibir su buena escuela. Juegan de salón y cuadran belleza con eficacia. El estudiantes no tenia mayor remedio que cambiarle el viento y hacerle la travesía desagradable. Tardó en conseguirlo, pero llegó a tiempo.
En la intentona fue imprescindible que al menos un jugador brillara con especial intensidad. Encontró a Winslow en día mágico, emulando a Michael Jordan, encestando mate tras mate para no dar concesiones al error. Winslow terminaría anotando sus 11 entradas a canasta, nueve de ellas bajo la interpretación suprema de ese acto explosivo, mezcla de aritmética y épica.
Sus compañeros terminaron contagiados por esa melodía vibrante, siempre precedida de un esfuerzo físico próximo al límite. Por el contagio, se olvidaron de reservar energías y entraron en el partido como si fuera el último compromiso.
Azofra y sus triples, Herreros y su talento, Pinone y su prudencia, Orenga y su voluntad salieron a escena. El Joventut se mantuvo firme mientras Morales, poseído también por el ambiente, emulaba a sus rivales y aceptaba un papel heroico, él solo frente a los elementos. La culminación llegó con Pedro Rodríguez.
Llamó a la fe y acudió a por todos los rebotes sin atender a la razón; creyó poder alcanzar cualquier punto del especio, actuó como si pudiese alterar losmárgenes. Ningún rebote le estaba vedado. La tempestad arreció en cuanto Morales, mermado por las personales, hincó la rodilla. El Joventut perdió la dirección. Acabó a la deriva, entregando su suerte al quinto partido. El Estudiantes mantiene sus aspiraciones. Está claro que le gusta jugar en el filo, pero no debería abusar de los saltos mortales.
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