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El Estudiantes se coloca al borde del precipicio

Luis Gómez

El Estudiantes hizo todo lo necesario para colocarse al borde del precipicio. Es posible que guste de situaciones excitantes y que a sus jugadores les procure más placer jugar el próximo viernes sin red. O el domingo, si son. capaces de provocar el desempate. Más que un mal partido, el Estudiantes tuvo una actuación estúpida. Trató al Joventut con ligereza y el equipo de Badalona recobró de pleno sus aspiraciones al título sin necesitar de un esfuerzo excesivo. No encontrará Lolo Sainz palabras para agradecerle semejante servicio a sus rivales. El Joventut estaba en el hoyo. Ahora ha recobrado las ganas de ser campeón.El Estudiantes abonó el terreno para la derrota desde el principio. Descartó administarle al Joventut un tratamiento de choque, dado que viajaba a Madrid cariacontecido por lo sucedido en Badalona,. donde obtuvo una victoria todavía no se sabe cómo. Estaban Villacampa y sus colegas con el ánimo decaído, más muertos que vivos, cuando sus rivales les recibieron con un partido cómodo e irregular. Según transcurrieron los minutos, el Joventut fue adquiriendo conciencia de que recuperar el rumbo de la semifinal no le iba a resultar tarea imposible. Y así fue al final, hecho que festejaron como la ocasión se merecía.

Aún no se sabe por qué razón el Estudiantes decidió no ser él. Quiso ponerse, un traje de domingo y jugar, sin quitarse la corbata. Primero, se colocó en zona, defensa que no exige generalmente un esfuerzo físico demasiado intenso. Y, luego, decidió darle al partido un ritmo de entrenamiento. Fue tan pertinaz en el error que, cuando quiso rectificar, se encontró con que el Joventut estaba entero, mucho más confiado que al comienzo, y con ventaja en el

marcador.

La primera parte resultó especialmente discreta. El Joventut andaba deprimido y el Estudiantes dejaba pasar el tiempo. Ese período terminó en tablas (30-32) y se limitó a. una confrontación de canasta1entre Winslow y Smith. Lo cierto es que mientras los restantes jugadores del Joventut le iban tomando gusto al partido, los del Estudiantes deambulaban en pleno despiste. Lo que mientras para unos ese período fue un bálsamo reparador, para los otros resultó un despilfarro.

En la reanudación, para sorpresa general, no varió el panorama. Si acaso pudo observarse un cambio de protagonistas en medio de un concurso de triples en el, que el. menor de los Jofresa era contestado casi simultáneamente por el aguerrido Aisa. Ambos se repartieron seis triples en muy poco tiempo. De paso, Winslow pasaba a ence falograma plano (ningún tanto en la reanudación) y Thompson atrapaba un rebote por aquí y otro por allá sin necesidad de maldecir su cojera.

Fue entonces cuando el acceso febril de Aisa pareció transformar al Estudiantes y devolverle a sus orígenes (51-44). Aisa enseñaba los dientes y sus compañeros recuperaban su identidad. Pero fue un espejismo: miraba el espectador a la disposición defensiva de sus huestes y reconocía con horror cómo permanecía incólume la zonita, esa ordenación disciplinada y un punto cobarde de sus jugadores. Quería ganar el Es tudiantes con un partido aseadito, estaba escrito en el pro grama.

Naturalmente, no fue así. No existe entre ambos la diferencia suficiente como para que uno le gane al otro como si tal cosa y en plena batalla por una Liga que parecen haber abandonado los dos grandes del fútbol. Fue así como el Joventut recuperé su quinteto titular, regresó a un marcador favorable y se encontró en la vecindad del, minuto final sin tener que preocuparse de cuestiones tales como el exceso de personales o la inmediatez de un fracaso doloroso; la palidez de sus rostros había mudado a un tono rosado. Cuando el Estudiantes decidió quitarse la chaqueta era tarde. Abandonó la zonita, es cierto; pero para entonces el Joventut era el Joventut.

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