El recital de Simpson destrozó al Taugrés
Érase una vez un jugador que tenía fama de ser irregular. La traía desde su etapa con el Cajabilbao, donde metía treinta puntos un día sí y otro también. "Es bueno, pero muy nervioso" se solía comentar. "Unos días las mete todas y otros ninguna". "En un equipo que ha descendido, si no las mete él, ¿quién lo va a hacer?".Llegó a Madrid sin despertar mucha, expectación. Arribó a un equipo en el que casi nadie levantaba entusiasmo. Han pasado muchos meses desde entonces y Mark Simpson ha sabido vivir con su fama a cuestas. Una fama injusta, pues ha sido el único jugador del Real Madrid que ha mantenido una linea regular durante todo el año.
Esto no quiere decir que no haya tenido partidos malos, pues nadie está a salvo de ellos, pero su trayectoria se merecía un clavo donde colgar para siempre su molesto atributo. Máximo encestador del equipo, buen reboteador y viviendo los partidos en constante tensión (que no nervios), algo que ha terminado contagiando a algunos de sus compañeros.
Ha llegado el momento cumbre de la temporada y Simpson lo ha saludado como se merecía. Apuntó en la eliminatoria frente al Barcelona -20 puntos en ambos encuetros- y explotó ayer. Con él, junto a él, lo hizo todo su equipo. A la vez, pero de forma opuesta, también explotó el temido Taugrés.
Su partido fue casi perfecto. 30 puntos, 5 de 6 en tiros de dos puntos, 6 de 7 en triples y 2 de 2 desde la línea de tiros libres. Pero hay muchas formas de meter treinta puntos, y la elegida por Simpson fue la que más le gusta, la que va mejor con su carácter. Explosiva, inmisericorde, demoledora.
Había transcurrido la primera parte como se preveía, sin sobresaltos ni salidas de guión destacables. Dos equipos fornidos, entrados en centímetros y kilos, intentando marcar diferencias a base de fuerza y músculo. Se corría poco, todos se fajaban mucho. La lucha era cuerpo a cuerpo, en general en las cercanías del aro. Los rebotes se repartían equitativamente. Nadie lograba romper ni el ritmo ni el partido (39-36 en el descanso).
Con parte del público apurando el refresco del intermedio, Simpson cogió su fusil y con tres triples casi consecutivos ponía la primera carga de profundidad a un Taugrés que no había mostrado fisuras y que con una buena defensa de ayudas ahogaba por completo a Ricky Brown, primera opción ofensiva del Real Madrid. Pero al parecer, no tenían antídoto frente a la racha del alero norteamericano.
Sonaron las trompetas con Simpson de solista y el Madrid se revolucionó (61-47, minuto 28), incluso sin necesidad de sacar el máximo provecho a su artillero: el rubio estuvo casi diez minutos sin tirar después de su espectacular racha. Aquello no era definitivo, como no lo fueron parecidas ventajas en los dos encuentros frente al Barcelona.
Simpson tiene buena memoria y debió recordar esas situaciones, por lo que pasado el meridiano de la segunda parte colocó su segunda ydefinitiva ración de dinamita. Esta ya no tuvo respuesta, y dejó al Taugrés roto en mil pedazos, a veinte puntos de diferencia y con la única salida de pensar en el partido del sábado. Más que en el encuentro, en lo que tendrán que hacer mañana para parar a Simpson.
Los últimos minutos fueron de fiesta general. Los jugadores del Madrid se convirtieron en máquinas implacables ante la mirada de los hombres de Herb Brown, que sólo querían terminar para irse al hotel, darse una ducha y pedir a quien haya que hacerlo que Simpson no vuelva a tener un día como el de ayer. Clifford Luyk, astuto como un zorro, decidió dar por ganado el partido con cinco minutos por jugar, y fue sacando uno por uno a sus bastiones principales para que recogieran el reconocimiento de su afición.
1-0 y Simpson de artillero. Para ser un jugador irregular, está disimulándolo muy bien.
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