El metal se une a las crecientes protestas del sector público en Alemania
Al Gobierno alemán le está saliendo el tiro por la culata, y se ha vuelto en su contra la pretensión de que las molestias causadas por la huelga de los servicios públicos convirtieran a los sindicatos en el chivo expiatorio de su desastrosa gestión del proceso de unificación. Pese a las molestias, la opinión pública parece apoyar las reivindicaciones de los huelguistas. Las acciones de los empleados públicos alcanzaron ayer -tercera jornada de huelga- a Francfort, el centro financiero de¡ país, al tiempo que se sumaba el sector de¡ metal, que inició una serie de paros intermitentes.
Si hay algo que realmente desmoraliza al ciudadano alemán es la visión de la basura sin recoger en las calles, y esto es lo que ha empezado a suceder desde ayer en todo el país salvo en la ex RDA donde no afecta la huelga de los sectores públicos. Sólo en Francfort se acumulan cada día 2.600 toneladas de basura, eso si, perfectamente empaquetada en robustas bolsas de plástico. La Bundesbahn, la compañía de ferrocarriles, ha colocado letreros en todas las estaciones en los que aconseja a los viajeros de los escasos trenes que siguen funcionando, que utilicen los lavabos de las estaciones, ya que la mayoría de los servicios de los vagones están cerrados porque no han podido ser vaciados.En Flensburg, en Schleswig-Holstein, se han declarado en huelga los sepultureros, y los cadáveres están ya saturando los depósitos frigoríficos de la morgue. El paro ha afectado también de lleno al servicio hospitalario. Miles de operaciones han sido pospuestas en todo el país debido a la huelga. Los enfermos reciben tan solo la atención de un servicio de urgencias. Por su parte, los empleados civiles del Ejército desconectaron todos los ordenadores del servicio de contra espionaje militar (MAD).
Puntualidad bajo mínimos
La pasión de los alemanes por la estricta aplicación de la ley y los reglamentos está favoreciendo las pretensiones de los huelguistas. En Hannover, por ejemplo, y pese a que los maestros no se han sumado a la huelga, los alumnos tuvieron que ser devueltos a sus casas después de que los servicios de mantenimiento, dependientes de la Administración del land, cerraran el suministro de agua. Según el reglamento, tienen la obligación de cerrar la llave de paso cada noche y abrirla por la mañana. Con no hacerlo paralizaron la escuela.
La puntualidad, otro de los valores germanos por excelencia, está bajo mínimos. Millones de trabajadores llegaron ayer tarde a su trabajo. En las grandes ciudades como Múnich, Düsseldorf, Nuremberg, Stuttgart, Colonia y Maguncia, donde existe una muy alta proporción de trabajadores que viven en poblaciones del extrarradio, la huelga de los transportes públicos provocó atascos de decenas de kilómetros en las vías de acceso. Los profesores de Renania del Norte-Westfalia decidieron mostrarse flexibles con sus alumnos que tenían que examinarse, y establecieron un segundo turno para quienes llegaron tarde.
También hay quienes se han aprovechado de la huelga. Entre otros, los taxistas y los servicios de mensajería. "Hay huelga y llueve, no podría ser mejor", comentaba ayer un taxista en Bonn. Christa Willich, la gerente de una empresa de transporte de paquetes de Hamburgo, confesaba que el negocio urbano había aumentado en un 30% y el de fuera de la ciudad en un 50%.
Pero, pese a esta lista de catástrofes, el ciudadano medio, en contra de las supuestas encuestas que manejaba el ministro del Interior, Rudolf Seiters, parece apoyar mayoritariamente a los huelguistas. "No me importa tener que ir andando al trabajo", comentaba ayer un funcionario en Bonn, "creo que es bueno que los sindicatos se enfrenten al Gobierno para conseguir su objetivo". Una empleada de banca, que acababa de hacer 15 kilómetros en bicicleta, consideraba que esta era la única manera de que el Gobierno no siguiera cortando las prestaciones sociales. "Los ahorros los tienen que hacer los ricos" comentaba un albañil cuyo sindicato está a punto de iniciar la huelga.
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