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La agonía pública de un Románov

La muerte del gran duque Vladímir aleja más la restauración monárquica en Rusia

El gran duque VIadímir Kirílovich Románov, heredero del trono imperial de Rusia muerto súbitamente en Miami el martes de un infarto de miocardio, tenía grandes ambiciones. A sus 74 años, y después de haber pasado una vida exiliado en el extranjero, ansiaba regresar a hacerse cargo de su país. "Espero que la juventud de Rusia, que ha sufrido durante tanto tiempo bajo el yugo del comunismo, regresará a la monarquía". Esta frase la había pronunciado segundos antes de que sufriera un colapso en una rueda de prensa en Miami, llevándose literalmente su deseo a la tumba. Sus restos viajarán a Francia, país en el que residía actualmente, en las próximas horas. Su hija, la gran duquesa María VIadimirovna, de 38 años, que vive en Madrid, sucederá a su padre como jefa de la casa imperial rusa. Los familiares del fallecido asistirán hoy a una misa en la iglesia ortodoxa de San Vladimir, en Miami.

Románov estaba de visita en esta ciudad estadounidense junto con su esposa, la gran duquesa Leónida, invitado por un. banco local, el Northern Trust Bank, para dictar una conferencia sobre La familia imperial y el futuro de la nueva Rusia.

Su exposición estaba programada para el miércoles, así que decidió hablar un día antes con los periodistas. Mientras se hallaba respondiendo a preguntas sobre su visión del futuro de Rusia, cayó desmayado ante reporteros y fotógrafos locales principalmente de habla hispana. Románov falleció a las 13.52 del martes en el hospital Mercy de Miami, después de que, durante dos horas, el personal de esa institución tratara, sin éxito, de reanimarlo.

Su sucesora en línea directa es ahora su hija de 38 años, la gran duquesa María, quien reside en Madrid junto con su hijo de 11 años, George. Románov era biznieto del zar Alejandro II, que liberó a los siervos rusos, y sobrino de Alejandro III, que gobernaba con mano de hierro y murió en 1894. Era primo segundo de Nicolás II, el zar ejecutado por los bolcheviques en 1918, y desde la muerte de su padre, el gran duque Kiril, se le reconoció como líder de la familia real.

Era un hombre de nariz aguileña y mandíbula cuadrada, que hablaba a la perfección cinco idiomas y que, aunque se educó en París y en la universidad de Londres, nunca ejerció ninguna profesión. Nació en 1917 en la frontera con Finlandia, cuando sus padres huían de la revolución. Tras la II Guerra Mundial, fue invitado a España por su tío Alfonso de Orleans y residió en Madrid durante casi tres décadas dedicado a sus aficiones: el cine, el fútbol y los toros.

Románov visitó por primera vez Rusia, la tierra de sus antepasados, en noviembre del año anterior, invitado por el alcalde de San Petersburgo. En esa ocasión, miles de personas le dieron una entusiasta bienvenida y regalos, aunque una encuesta realizada el año pasado en 20 regiones de Rusia mostró que la abrumadora mayoría se opone al regreso a la monarquía, que, antes de la muerte del gran duque, contaba con un 8% de apoyo entre la población.

Su exposición sobre la familia imperial y el futuro de la nueva Rusia fue leída en su honor el miércoles en el foro auspiciado por el Northem Trust Bank, donde halló súbitamente la muerte.

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