La doble marcha hacia la cámara de gas del asesino convicto Robert Alton Harris
Eran las 6.21 de ayer en la prisión californiana de San Quintín (nueve horas más en la España peninsular) cuando el corazón de Robert Alton Harris, de 39 años, dejó de latir en una cámara de gas con dos asientos, ante 40 testigos; entre ellos, Marilyn Mayeski, hermana de uno de los dos adolescentes a los que asesinó a sangre fría en 1978 para robarles su coche.Un chorro de gas cianuro invadió sus entrañas y le mató tras una agonía de 10 minutos. Antes de morir miró a los familiares de sus víctimas e hizo un gesto de asentimiento. Era la primera ejecución en California en 25 años. Otros 2.500 condenados viven en los corredores de la muerte de 36 Estados de EE UU.
Fue la segunda vez que Harris se sentaba en la silla de la muerte. Lo había hecho ya seis horas antes, tras comer 21 trozos de pollo frito y dos pizzas y fumarse una cajetilla. Antes de que se abriera la espita letal, la cuarta apelación obtuvo fruto, pero sólo hasta que el Tribunal Supremo anuló la suspensión.
La muerte de Harris significó la derrota de los grupos que en todo el país se oponen a la pena capital, y muy especialmente a que se aplique de forma tan inhumana como ayer en San Quintín. En la mayoría de los Estados se prefiere un sistema más humanitario: la inyección letal. En una ocasión hubo que pinchar 40 veces al reo hasta encontrar la vena por la que se le fue la vida.
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